Rincones del Atlántico

La Repoblación Forestal

Dice un adagio: «Antes de cortar un árbol siembra diez»: pero esta bella máxima no la practicaron los primeros colonos que a raíz de la conquista aportaron a Canarias, pues en su afán de cultivar caña de azúcar, vides, cereales y tubérculos, hicieron desaparecer las suntuosas arboledas de los bosques vírgenes.

La grandiosa flora canariense, rica, variada y fértil, llena de diversos árboles propios de esta zona intertropical, fue sin compasión destruida en su mayor parte, y los descendientes de los primeros continuaron la destrucción de los montes públicos y privados, ahuyentando, como es natural, las lluvias y secando los manantiales.

Las floridas y olorosas retamas, encanto de las cumbres, que cual blanca corona de níveas flores circundan al famoso Pico de Teide, última zona de vegetación, desaparecen bajo el hacha del leñador.

La mano del hombre, guiada por la más crasa ignorancia, privó a estas Afortunadas, en parte, de su poesía y riqueza; la del hombre civilizado y amante de su terruño, puede restaurar lo perdido.

¿Porqué no trabajar con ahínco para que estas islas sigan llamándose las Hespérides y Campos Elíseos? ¿Por qué no repoblar los montes, los páramos desiertos, laderas y barrancos donde viven venenosos cardones, lechetreznas y tabaibas salvajes?

Existiendo varias zonas de vegetación insular, vivir pueden en ellas todos los árboles del mundo, pues su especial clima ayuda al desarrollo de cuanto se cultiva.

Hay que penetrarse de las ventajas que proporcionan los árboles: ellos nos dan sombra, maderas, frutos, tintes, medicamentos, papel, etc.; adornan los parques, atraen las lluvias, produciendo sus despojos la tierra vegetal o mantillo.

Visitemos los montes de Taganana, Las Mercedes, Aguirre, Esperanza, Agua García y el de Aguamansa, en Tenerife; subamos a los nacientes y sentándonos bajo las bóvedas de copudos laureles y otros árboles, bebamos el agua pura y cristalina que bullente brota al pie de tan pintorescas arboledas, y sentiremos un bienestar indecible; oiremos voces misteriosas traídas por el viento como si el Mencey Bencomo hablara a nuestro espíritu, alentándonos para el trabajo de la repoblación forestal. Sigamos sus inspiraciones, conservando la flora insular para que en estas Islas descuellen, como en los primeros tiempos esos milenarios dragos, verdaderos gigantes de la creación forestal mudos testigos de la Conquista.

Realejos, 20-VIII-1915
Cipriano de Arribas
Año I, nº 3, 30 de octubre de 1915

En Pro del Arbolado

Habiendo llegado a nuestras manos un ejemplar de la revista EL CAMPO no podemos menos de tributar a los iniciadores, colaboradores y continuadores de empresa tan simpática y altísima nuestro modesto pero entusiasta parabién.

En medio del vil mercantilismo que nos invade, de la prosa que todo llena, es un consuelo y una gran satisfacción saber que aún existen espíritus delicados y románticos que lanzan y propagan en nuestros pueblos ideas tan útiles y hermosas cuales son las del respeto y cariño devoto al Árbol, nuestro tierno amigo.

Nosotros hemos leído complacidos el número 2 de tan bella publicación y nos ha refrescado el alma, pareciéndonos ver surgir ante nosotros frescuras de frondas, discurrir de fuentes, arrullos de tórtolas y cantos de pájaros. Hemos tenido la visión de nuestras montañas altas y nuestras bajas tierras vestidas pomposamente de verdes ramas y alegres follajes. Nos hemos creído integrados al reino amable y grandioso de la madre Naturaleza.

Cundan tan nobles ideas, propagandas tan útiles y cultas por todo el archipiélago; léase la Revista arbórea en todos los lugares; seamos todos apóstoles de sus hermosas doctrinas, y que sus bellísimas enseñanzas prendan en todos los cerebros a fin de que veamos cristalizados los nobles anhelos de los que en esta ocasión elevan el espíritu por cima de tanta vulgaridad, de tanta imbecilidad y de tanto egoísmo que nos asfixia.

La Guancha, Diciembre 1915
Hipólito S. González
Año I, nº4, marzo de 1916

A la juventud isleña

A vosotros, jóvenes patriotas canarios, que desde que abrís los ojos a la vida parece que empieza a desarrollarse en vuestros corazones un culto idolátrico y un amor entrañable a nuestras adoradas islas; a vosotros, que sois fuente de las más excelsas virtudes, van dirigidas estas líneas, inspiradas también por ese mismo amor y por el mismo culto. La juventud, que con su peculiar generosidad, desinterés y abnegación se inclina siempre a defender las causas buenas y justas, creemos que en la nuestra encontrará suficientes motivos para lucirse una vez más, cooperando a la propaganda de nuestras ideas en pro del arbolado, cuyo fomento en esta provincia de Canarias es un venero de riqueza que ha de dar, con el tiempo, esplendidos frutos, si sabemos persistir en su favor con firmeza de voluntad y con alteza de miras. Así que, en la juventud isleña, esperamos tener nuestros más entusiastas y sinceros colaboradores. Las columnas de EL CAMPO están a su disposición para exponer cualquier proyecto que beneficie la causa del arbolado y nosotros nos alegraríamos mucho de que en los pueblos de estas Islas se vayan constituyendo pequeños núcleos de amigos del árbol como se va haciendo en otras partes, con objeto de propagar el cariño y veneración al mismo, y que, desde luego pueden contar con nuestros modesto apoyo, ofreciéndonos para resolver cualquier duda que se presente relacionada con el particular que nos ocupa, siempre que se halle a la altura de los medios y recursos de que disponemos.

Pedro Gil
Año II, nº1, 10 de junio de 1918



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