Rincones del Atlántico



El Dr. Chil en los Tilos de Moya


Determinose hacer una anguilada y luego comida en los Tilos. Desde la vispera se prepararon acueductos con grandes tablas para dar otra dirección á las aguas y dejar los charcos sin que entre nueva agua para poderlos embarvascar. La Señora, con el gusto que tiene para esas escursiones y sabiendo que desde que hay una de sus espediciones todos los vecinos vienen á pasar un dia de diversion, preparó las provisiones en estraordinaria cantidad como si fuese un rejimiento que iba á campaña. Efectivamente despues de oir la misa en su oratorio, pues tuvo efecto el Domingo 1º de Octubre de 1871, y tomar un suculento y bien provisto almuerzo, la numerosa carabana se puso en marcha, armados de garrotes unos para mejor trepar y otros de las prevenciones de la caza pues también acompañaba el gran número de perros, entre los que habia algunos que evocaban recuerdos como el famoso terranova llamado Ródano, en cuyas marjenes á mís diez y ocho años pasé dias felices, y otros denominados Bismark, Molke, etc. etc., cuyos nombres no debian de serles muy gratos á un joven parisiense que ha pasado varias temporadas en Canaria, Mr. Emile Dumas Descombes, subteniente de Estado Mayor del ejercito del Loire en la desgraciada campaña de Francia contra Alemania. Asi que este enfant des Gaules plein d’esprit cada vez que el buen Ródano se arrojaba al agua y sus colegas Molke y Bismark se oponian nos hacia reir con los improperios con que los llamaba creyendo dirigirse á unos de esos flematicos Germanos que al desempeñar su fin providencial todo le es indiferente. Separadas las aguas de su cause y aislados los charcos se les echa cal, pero principalmente lo que produce mas efecto son las tabaibas, de cuya operación se encargó un tal Domingo Bartolomé, el guarda de los Tilos, hombre que jamas puede estar tranquilo y notable por su ajilidad para trepar, asi que tan pronto lo viamos en la cuspide de aquellos inmensos riscos procurándose las tabaibas, como iba á casa a traer cualquier objeto que se le mandaba a buscar. Al poco tiempo las anguilas se presentaban borrachas en la superficie y por los bordes del charco, un silencio completo reina entonces en todos y entrando las manos por debajo se las arroja fuera del agua pues es tanto lo que resbalan que es imposible poderlas tener en las manos: cada vez que sacaban una es indescriptible el efecto producido y á este ejercicio se entregaban los que podian. Siempre en estas espediciones no dejan de haber buenos bromazos, entre ellos el Sr.Cura hombre sencillo y de buena fé que creia cuantas ocurrencias le decian de los asuntos de España, Francia y especialmente del Papa, y que para refrescarse se echaba sendos vasos de ron en los zapatos, para evitar enfermedades, con gran desconsuelo de los concurrentes que ciertamente eran ya numerosos, pues como dia festivo todos los que pasaban tomaban parte en esta diversion. Desde el fondo del barranco veiamos venir, por la cúspide de los riscos, las mujeres, hombres y niños que desde muy temprano habian ido á oir misa al pueblo, y bajaban y subian, de un modo que mas bien parecian aves que otra cosa, por los precipicios y esto en ellos era tan natural como que con la mayor indiferencia se ponian en la punta de uno de los espolones que forman los riscos y de aquella inmensa altura tomaban parte en nuestra diversion. Llegada la hora de la comida, la que tenia efecto en los Tilos, se puso en marcha la caravana; unos trepaban por lo mas escarpado como acontecia á nuestro buen francés y á Fernando Delgado que como buen Capitan de Artilleria dispone de una constitucion privilejiada, pero el Cura, el Licenciado Delgado y yo, imposibilitados de hacer aquel camino, dabamos grandes rodeos lo que hacia reir á toda aquella gente de buen humor, al ver las precauciones que tomabamos para afianzarnos en aquel suelo tan quebrado y tan lleno de pintorescas vistas como de inmensos precipicios. Habiendo tenido efecto la anguilada en los Majanos teniamos que andar un gran trecho; sin embargo llegamos á las cinco de la tarde y al dar una vuelta nos encontramos en la entrada de los Tilos. El primero á cuyo pié tuvimos que pasar, y donde se halla situada la casa del guarda, es de una altura estraordinaria y como viejo centinela avanzada manifiesta en su tronco y en su porte de veterano haber sido testigo de los mas remotos acontecimientos: está allí como suplicando á las generaciones futuras conserven aquel pedazo de bosque sin ejemplar para que formen una idea de los Campos Elíseos de los antiguos. Todo el que corte uno de aquellos vejetales comete sin duda un crimen de lesa vejetacion y cuando me manifestaron el empeño que tenia aquella gente de cortar aquel arbol porque se desprendió un gajo y cayo al lado de la casa me parecia no hablar á un hombre sino á una fiera. Felizmente la Señora no permite ni aun que se limpien, mas aun, el gajo que cae no permite que lo toquen: tal es la veneracion que tiene á aquellos arboles y quiera el cielo que las generaciones sucesivas tengan para con aquella rejion las mismas consideraciones. Al penetrar bajo de sus espesos follajes y de una altura colosal se notan aquellos robustos troncos que miden algunos hasta doce varas de circunferencia. Con éstasis de satisfaccion y de bienestar recorrí aquellos preciosos arboles la mayor parte llenos de fechas y nombres isleños, nacionales y estranjeros que han visitado aquella deliciosa mansion. Hallé señales de recuerdos sumamente antiguos que hoy no se pueden descifrar y algunas fechas mas modernas como del año de 1662, otras de 1748, otras de 1773 y de esa época acá los troncos estan cubiertos de gratos recuerdos. Las cúspides de esos árboles, por los años, estan secas, pues la savia no llega á las ultimas ramificaciones, y estan llenas de una vejetacion especifica, el helecho, la calahuala y otros mas, pero eso no impide que de sus troncos haya salido otro tan robusto, tan vigoroso y tan estraordinario como el primitivo. Vimos la famosa parte denominada la Catedral en gran parte destruida por el temporal del año de 1826.

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