Rincones del Atlántico



Algunas reflexiones
medioambientales en Canarias


Wolfredo Wildpret de la Torre
Profesor emérito de la Universidad de La Laguna
Doctor Honoris Causa en Ciencias Naturales por la Universidad de Hannover
Fotos: Rincones - Sergio Socorro - Fernando Fierro


Coincidiendo con el Día Mundial del Medio Ambiente, acepté con agrado el compromiso de redactar estas líneas para la revista Rincones del Atlántico. En ellas trataré de considerar algunos aspectos medioambientales que afectan al archipiélago canario en general y en particular a la isla de Tenerife, desde donde escribo y cuya problemática medioambiental y su correspondiente dinámica, por razones obvias, contemplo a diario. Esto no quiere decir que muchos aspectos considerados a continuación les sean ajenos a las demás islas y al islote habitado. Son problemas que tienen un denominador común, con sus singularidades insulares que diferencian unas de otras dándole a cada una, como en su aspecto geobiológico, una personalidad medioambiental propia.

El efecto invernadero
Mucho antes de que se planteara seriamente el “efecto invernadero” en esa espectacular ciudad japonesa que es Kyoto, allá por los años setenta, tuve una larga conversación con un amigo, piloto de las líneas aéreas Iberia, donde entre otros asuntos abordamos varios problemas ambientales que ya por entonces estaban en el candelero y me preocupaban. Uno de ellos trataba sobre el alarmante crecimiento del ruido producido por la navegación aérea y el efecto que este contaminante acústico podía producir sobre la salud de los trabajadores aeroportuarios, y especialmente sobre los habitantes de las urbanizaciones situadas en las inmediaciones de los aeropuertos. Por aquellas fechas aún no existía una normativa reguladora europea sobre la prohibición de los aterrizajes nocturnos. Me sorprendió cuando el amigo me expuso que el mayor problema de la navegación aérea, según él, era el creciente consumo de oxígeno principalmente al despegue y aterrizaje de las aeronaves, así como el vertido a la atmósfera de una serie de gases y partículas contaminantes entre las cuales el CO2 contribuiría a incrementar la cantidad de este gas presente en la atmósfera en un 0’03 %. Este incremento progresivo podría ser responsable de un calentamiento planetario. Sin embargo, el ejemplo que me puso fue para mí demoledor. “Wolfredo”, me dijo, “el despegue de un avión Jumbo en el aeropuerto de Los Rodeos consume en el acto de elevarse al aire todo el oxígeno que puede producir en un solo día el vecino Monte de las Mercedes”. He reflexionado sobre esta cuestión en muchas ocasiones, sobre todo al contemplar el movimiento aéreo de un aeropuerto desde distintas salas de embarque mientras llega mi turno, a veces hasta con varias horas de retraso, para acceder a la aeronave que ha de conducirme a mi destino.

Pero consideremos este problema desde otra perspectiva, concretamente desde la automoción, y pongamos como ejemplo el tráfico automovilístico de las islas. Se estima que en la isla de Tenerife circulan alrededor de unos 650.000 vehículos, todos ellos a base de derivados de combustibles no renovables. Según aparece en la información propagandística de cada marca, generalmente ofrecida en letra minúscula en la parte inferior de una página entera de un periódico de tirada nacional (en mi caso El país) y referida al consumo de carburante así como a la emisión de CO2. las cifras vertidas por este último producto oscilan entre 150 y 300 ó 400 gr por Km según se trate de utilitarios o automóviles de gran potencia, dejando al margen, por carecer de datos, motocicletas, furgonetas, ambulancias, autobuses, camiones, vehículos pesados, así como tractores y demás maquinaria utilizada en la construcción de grandes infraestructuras. Tomando como media la cifra de 250 gr por Km, que a todas luces me parece baja, los 650.000 vehículos antes mencionados verterían a la atmósfera por Km de recorrido: 650.000 x 250 = 162.500.000 gr por Km = 162’5 toneladas métricas sólo de este gas, a lo que habría que añadir los NOx y SO2 más humos y partículas sólidas. Este cálculo habría que multiplicarlo por la media de Km estimada de recorridos diarios, que considerada por año alcanzaría una cifra impresionante de contaminación atmosférica producida sólo en la isla de Tenerife. Un dato para la reflexión: el automóvil TF-1, del que era propietario el súbdito británico D. Erik Wolfson, fue matriculado en 1902, y la cifra de matriculaciones, aunque ligeramente a la baja, continua alimentando uno de los sectores más importantes de la economía insular. Como podrán observar los lectores, no he querido referirme a los desechos que produce la actividad automovilística, a la contaminación producida por la pérdida de los aceites de motor vertidos a la vía pública, ni al gasto de agua que se consume diariamente en los trenes de lavado. Hoy por hoy el automóvil puede considerarse el “becerro de oro” de la sociedad de consumo. Absolutamente imprescindible. Y si no se encuentran otras vías alternativas al cada vez más creciente volumen de tráfico, podemos pensar, aplicando una sencilla fórmula matemática, que estaremos muy próximos a conseguir en determinadas horas un colapso casi total en la red viaria de la isla.

La siguiente perspectiva la ofrece la contaminación lumínica, muy vinculada a la anterior. Recientemente estuve de nuevo en Alemania con motivo de presentar una ponencia en un Symposium internacional celebrado en la ciudad de Rinteln y organizado por el Instituto de Geobotánica de la Universidad de Hannover. Con esta universidad mantenemos unas excelentes relaciones. Anualmente acuden en viaje de prácticas alumnos de dicha institución, así como de otras muchas del espacio europeo, a estudiar la rica biodiversidad canaria y concretamente la vegetación dispuesta de forma tan didáctica en pisos bioclimáticos. Como consecuencia de estas relaciones bilaterales, desde hace ya algunos años, somos invitados a presentar en estas reuniones científicas aspectos de la vegetación canaria no sólo contemplados desde un punto de vista meramente científico, sino considerando además la dinámica de la vegetación desde el punto de vista de la creciente intervención humana sobre el escaso territorio insular. En esta ocasión nos pidieron que presentáramos un diagnóstico sobre el estado de los cardonales-tabaibales canarios, tan afectados negativamente por la llamada planificación del territorio. Tengo que reconocer que la Alemania que tuve ocasión de contemplar en este viaje ha mejorado sensiblemente con respecto a la que vi el año pasado. Debo aclarar que el pasado año estuve en febrero con frío y temperaturas bajo cero, mientras que en esta ocasión durante nuestra estancia disfrutamos de un tiempo primaveral espléndido.

Tres cosas nos llamaron poderosamente la atención: en primer lugar la progresiva recuperación de la antigua RDA, que tanto sacrificio económico y político está costando al pueblo alemán; en segundo lugar el cambio agrario hacia el monocultivo de la colza, que en esta época tiñe de amarillo intenso el paisaje campestre de la república federal hasta alcanzar casi un porcentaje del cincuenta por ciento de la superficie cultivada. El objeto fundamental de este cultivo está en la obtención de un biocombustible renovable y alternativo destinado a frenar el consumo de los carburantes derivados del petróleo en la automoción.

La tercera cuestión, que comenté en la prensa local hace unos años a mi regreso de una visita a la Universidad de Ratisbona, trataba sobre el ahorro energético doméstico que se observa en Alemania y que llama la atención de manera muy visible en la iluminación de las ciudades, pueblos y autovías. Desde la ventana de mi casa observo todas las noches el derroche luminoso del valle de Güímar y el incremento de iluminación que asciende por la nueva urbanización de Barranco Hondo. ¡Cuánta energía malgastada! No en vano, estamos considerados unos derrochadores energéticos, siendo España, y las islas en particular, uno de los lugares del planeta que más desobedecen las recomendaciones de Kyoto a este respecto.

La noche del día primero de enero de 2006 tuve la suerte de asistir a una demostración astronómica nocturna en las Cañadas. A pesar del frío, el espectáculo del firmamento estrellado era sobrecogedor. Es sin duda uno de los recursos más importantes que posee el Parque Nacional. Sin embargo, hacia el Norte y hacia el Sur una especie de resplandor brillaba en ambos horizontes. La contaminación lumínica de los valles de la Orotava y Arona-Adeje iluminaba tenuemente las siluetas oscuras de los bordes de las grandes calderas que configuran el impresionante paisaje geológico teideano. Hace tiempo que ya no se puede observar el espacio estrellado del firmamento nocturno desde nuestras ciudades y urbanizaciones.



Este gasto energético, que tanto grava de manera sensible a la deficitaria economía de nuestras administraciones locales, es otro de los factores que están contribuyendo de manera activa a la emisión de gases contaminantes a nuestra dañada atmósfera. A esto hay que añadir el gasto energético que se produce en los veranos con el incremento a todos los niveles de los sistemas de aire acondicionado refrigerado. Al plantear estas reflexiones no quiero que se piense que hablo desde una perspectiva catastrofista o que estoy en contra del uso de la energía eléctrica. Asumo totalmente que en la sociedad en que vivimos, y de la que en cierta medida disfrutamos, la energía es algo tan imprescindible como el oxígeno que respiramos y que se quema en el proceso industrial energético. Sólo pretendo exponer el hecho de que en nuestro entorno no existen estímulos publicitarios eficaces y continuos para animar al ahorro ante este despilfarro que no sólo afecta negativamente a nuestra propia economía doméstica, sino que grava considerablemente a la colectiva y contribuye de manera importante a incrementar un problema ambiental ya planteado que a la larga, si no cambiamos de actitudes, heredarán las próximas generaciones. Además, al recordar ejemplos que he visto en otros lugares del espacio europeo al que pertenecemos, creo que existen modelos que fácilmente pueden aplicarse aquí con un poco de voluntad e imaginación.

Voces que gozan de cierto prestigio en los medios de comunicación nos ofrecen un panorama dramático si el calentamiento del planeta continúa al ritmo actual. Nos auguran graves inundaciones por la subida del nivel de los océanos para el año 2050.

Remito a los lectores a una interesante entrevista realizada por Rosa Montero al creador del concepto “Gaia”, James Lovelock, uno de los científicos más polémicos y originales del siglo XX, publicada en el dominical de El país, nº 1545 (7 de mayo de 2006). A la pregunta de la periodista sobre la afirmación que hace el científico de que el año 2050 se habrán deshelado los polos, éste contesta: “efectivamente se habrán deshelado totalmente, pero lo que provocará inundaciones masivas será el deshielo de los glaciares y puede que esto tarde un poco más”. Defensor de la energía nuclear, descubridor del daño que causan a la capa de ozono los CFC, alerta sobre el tremendo deterioro ambiental planetario con la siguiente afirmación brutalmente catastrofista: “El deterioro ha ido demasiado lejos y ahora el sistema está moviéndose rápidamente hacia uno de esos momentos críticos. Vamos a vernos reducidos a quizá 500 millones de humanos, tan poco como eso, 500 millones de humanos viviendo allá arriba, en el Ártico. Y tendremos que empezar de nuevo”.

 


¿En el último Debate sobre el Estado de la Nación oyeron Vds. a nuestro presidente del gobierno o a algunos de los líderes de los diferentes partidos políticos sentados en el parlamento del Estado de la Autonomías hablar sobre temas medioambientales que tanto nos afectan, incluso más que el tan dramático de la inmigración? Yo, no.

La última perspectiva va dedicada a una planta, el vegetal más emblemático de las islas Canarias: la palma o palmera canaria. Este portentoso y espectacular endemismo canario, que lleva como epíteto específico “canariensis”, propaga por muchos lugares del mundo, donde se cultiva como planta ornamental por su porte y belleza, el nombre de Canarias. Recuerdo hace años, durante mi estancia en Roma invitado por la Sociedad Italiana de Botánica para pronunciar una conferencia en la Academia Romana de Ciencias, que aproveché mi último día de estancia para visitar la basílica del Vaticano. Permanecí, nada más entrar al colosal templo del cristianismo católico, un rato emocionado ante esa obra magistral del arte humano que es la Piedad de Miguel Ángel. Es casi inconcebible cómo el cerebro de un ser humano privilegiado, con la ayuda de un martillo y un cincel, ha podido ser capaz de esculpir sobre un mármol blanco e inmaculado unas figuras tan llenas de ternura dramática como las representadas en esa maravillosa escultura. Poco después de recorrer el templo decidí subir a lo más alto de la cúpula de la basílica. Ante mi asombro contemplé desde aquella altura el jardín del minúsculo estado. Un pequeño palmeral canario daba carácter a aquella escasa superficie adornada por un seto vegetal que dibujaba el escudo papal. Ya pueden Vds. imaginarse lo que se siente desde esa altura admirando los tejados de la ciudad eterna y contemplando ese jardín donde nuestra palmera daba con su elegancia un toque especial al íntimo ambiente del paisaje urbano vaticano.

Aunque aún pueden reconocerse en muchos de los paisajes canarios palmerales más o menos naturales (Rodríguez, Leoncio. “Palmeras canarias”. Rincones del Atlántico, nº 3, 2006, pp. 124-127; y Naranjo Rodríguez, Rubén. “Palmeras del paisaje isleño”. Idem, pp. 128-133), aunque la palmera canaria adorna parques y jardines públicos y privados, se alinea a lo largo de nuevas vías de comunicación y continúa extendiéndose de forma natural por el territorio insular cuando encuentra condiciones favorables para germinar, pesan sobre ella dos circunstancias negativas que hacen peligrar su supervivencia así como su pureza genética.

Un insecto de nombre Rhynchophorus ferrugineus, conocido como picudo rojo, fue detectado en octubre de 2005 en Caleta de Fuste, en la isla de Fuerteventura, donde se han plantado centenares de palmeras datileras. En Elche este coleóptero, originario de regiones tropicales del sudeste asiático y Polinesia, extendido a numerosos países subtropicales entre ellos Egipto, Marruecos y Arabia Saudí, ha causado la destrucción de varios millares de palmera datileras. Este escarabajo, que posee un pico muy característico, tiene un comportamiento muy agresivo: acaba con cada palmera y se propaga con extraordinaria facilidad.

Los técnicos aseguran que el origen de esta plaga es la introducción de ejemplares infectados procedentes de Egipto a través del comercio tanto legal como ilegal. Según una información periodística, el comercio de palmeras con fines ornamentales en plazas y urbanizaciones burla con frecuencia la normativa fitopatológica y aduanera. El peligro de transmisión de la enfermedad a la palmera canaria, según los expertos, existe, con la posible expansión de esta plaga no sólo entre las palmeras datileras adultas, tan sensibles a la enfermedad, ya que incluso podría atacar igualmente a la palmera canaria, que no parece estar inmune al ataque de este insecto como ya ha sido comprobado. Esta proliferación de palmeras datileras contribuye además a la producción de híbridos entre esta especie y la canaria, lo que pone en peligro de contaminación genética al genoma del endemismo canario (Morici, Carlos. “La Palmera Canaria: Phoenix canariensis”. Rincones del Atlántico, nº 3, 2006, pp. 134-143).

En las jornadas medioambientales celebradas en Fuerteventura a finales de abril de 2006, especialistas de reconocido prestigio presentaron ponencias sobre este alarmante y candente asunto. Especialmente brillante fue la intervención de una científica israelí que nos presentó de forma muy detallada los programas que el gobierno de Israel ha llevado a cabo para erradicar y prevenir las posibles contaminaciones procedentes del vecino Egipto. Todo un programa eficaz llevado a cabo con la meticulosidad y eficacia características de los israelíes.

Entre tanto, el paisaje ajardinado de los complejos turísticos y campos de golf canarios continúa plagado de palmeras datileras adultas. En este sentido, me ha llamado poderosamente la atención la construcción de una nueva y gigantesca instalación lúdica situada en Playa de las Américas (sur de Tenerife), donde la plantación de palmeras datileras y de otras especies ha sustituido a una serie de endemismos canarios que caracterizan a los cardonales dulces tinerfeños, tan amenazados y saqueados en esa parte de la isla en los tiempos más recientes por la incesante y brutal destrucción de nuestras comunidades endémicas que de forma irresponsable está teniendo lugar ante nuestros impotentes ojos. Tropicalizar la isla es la consigna dada por parte de estos “padres nativos y forasteros de la Patria Canaria” a las empresas de ajardinamiento. De esta forma se destruye lenta y progresivamente la flora autóctona y además se contribuye a la propagación de nuevas plagas fitopatológicas combatidas regularmente por medio de diversos pesticidas. La sistemática fertiirrigación de los espacios ajardinados facilita además, cada vez más, la proliferación y expansión de especies invasoras. De este modo algunos están ganando mucho pan para hoy que será, para la mayoría, hambre para mañana. Añadan además junto a lo dicho el creciente despilfarro de agua, recurso del que no andamos precisamente muy sobrados, y verán que todo se resolverá implantando más desaladoras que devorarán más energía no renovable, lo que casi sin querer nos ha llevado a la perspectiva inicial del cambio climático y al derroche energético que sufre este planeta recalentado donde, paradójicamente, más de un millón de niños, a escasos kilómetros de aquí, en el vecino continente africano, no tienen agua potable para beber.

Apunte final
En el periódico La opinión de Tenerife del domingo 11 de junio de 2006, en su primera página, se destacaba el siguiente titular: “El Gobierno de Canarias reconoce que las islas están lejos de cumplir con Kyoto”. La Consejería de Industria afirma algo que trae un levísimo rayo de esperanza a la situación planteada en este artículo. Dice así: “potenciar que la única energía que no contamina es aquella que no se consume”. Toda una utopía. Para lograr esta utopía no basta sólo con animar y favorecer la construcción de instalaciones de energías renovables, ni con eliminar las trabas burocráticas que tanto dificultan y desaniman a muchos de los que deseamos colaborar en ese sentido. Es necesario poner en marcha una política de educación ambiental a todos los niveles. Desde la escuela primaria, pasando por todo el sistema educativo, y extendiendo esta tarea a toda la sociedad sin límites de edad. La educación ambiental no consiste en festejar el Día Mundial del Medio Ambiente dando un premio u organizando actividades lúdicas más o menos naïfs en los colegios o con escolares. Debe ser un proyecto continuo empezando por los medios de información y la enseñaza transversal de unas materias que traspasan todo el ámbito cultural del pensamiento humano, desde las distintas perspectivas científicas y sanitarias, desde las ciencias de la vida hasta el amplio campo de las Humanidades y las actividades artísticas.

Anterior Indice Siguiente


ARQUITECTURA TRADICIONAL    REHABILITACIÓN    BIOCONSTRUCCIÓN    ÁRBOLES    JARDINES
FLORA CANARIA    PATRIMONIO NATURAL    DEL ATLÁNTICO    CONOCER NUESTRO PASADO
ARTE Y PAISAJE    LETRAS Y NATURALEZA    OPINIÓN    AGRICULTURA ECOLÓGICA Y TRADICIONAL