Rincones del Atlántico



La Red Canaria de Semillas:
mantener en cultivo los cultivares locales


Antonio C. Perdomo Molina
Técnico de Germobanco Agrícola de la Macaronesia
Profesor Asociado de la Universidad de la Laguna
Fotos: Autor


Antes de empezar a hablar de semillas es necesario que recordemos que las semillas han sido la base de la agricultura en sus 10.000 años de existencia. Hoy en día, la mayoría de los agricultores ha perdido la costumbre, y con ella el poder, de producir sus propias semillas, dejando esta labor en manos de las casas comerciales. A raíz de la Revolución Verde, la industria ha ido desplazando al agricultor en la labor de producir el recurso básico en la producción agraria: la semilla. Además, en los últimos años la concentración y desaparición de las pequeñas casas de semillas locales ha sido especialmente intensa. En el año 2003 diez compañías controlaban el 32 % del mercado mundial de semillas1.

La uniformización de la producción lleva al consumo estandarizado; los mismos productos y los mismos sabores dondequiera que vayas y en cualquier momento del año. Una “pesadilla” de la que ni siquiera somos conscientes. El consumo ciego, el consumo irresponsable, el de las grandes superficies y sabores sin contrastes, provoca la desaparición del producto especial, de lo peculiar, de lo local, o lo que es peor, reduce los sabores específicos a la producción destinada a una élite que puede permitirse pagar cantidades elevadas por un producto que ha dejado de ser popular.



Como nos dicen Bové y Dufour2. “Siempre habrá agricultura, cualquiera sea la evolución política. El gran peligro sería que la desaparición progresiva de los campesinos hiciera bascular la agricultura hacia la otra vertiente, quedando totalmente en manos del sistema agroquímico y agroindustrial, que acabará e impondrá en todos lados esa uniformidad que los ciudadanos no quieren...”.

La desaparición galopante de las variedades tradicionales, y con ellas de la rica biodiversidad cultivada acumulada a lo largo de estos milenios de agricultura, ha alcanzado cotas preocupantes. Ante la magnitud del problema, los organismos internacionales comenzaron a tomar cartas en el asunto algo tardíamente3. A raíz de estas reuniones internacionales comienzan a crearse en distintos lugares del globo Bancos de Conservación de Recursos Fitogenéticos. Sin embargo, lejos de lo que podríamos pensar, la creación de los primeros bancos de conservación en el mundo no responde, de ninguna manera, al deseo de conservar y poner a disposición de las generaciones futuras el material genético seleccionado por las comunidades campesinas. La triste realidad es que la creación de los bancos responde inicialmente a la preocupación, digamos que interesada, que manifestaban los fitomejoradores ante la cada vez más preocupante erosión genética4 que estaba sufriendo el planeta5. Con la desaparición de las especies y cultivares locales, desaparecía también el material genético necesario para el trabajo diario6. La cuestión no deja de ser paradójica puesto que la masiva adopción de los cultivares mejorados por la agricultura mundial era la causa fundamental de la desaparición de la biodiversidad genética cultivada en el mundo.

Aunque la mejora genética utiliza el término “variedad”, no se nos puede esconder que su producto, la semilla comercial patentada, está constituido por plantas genéticamente idénticas, por verdaderos clones, ya que el proceso de obtención de estos clones se ha basado, desde el siglo XIX, en reducir la variabilidad presente en las variedades tradicionales hasta lograr lo que se llamaba en la genética tradicional “líneas puras”, que serán la base, ya en el siglo XX, de las semillas “híbridas”7.

A pesar de estos precedentes, en los últimos 15 años las políticas de conservación de los recursos fitogenéticos han empezado a considerar otras maneras de conservar el patrimonio genético de la humanidad8. un camino más centrado en la utilización de los recursos9 y en la preocupación por devolver parte de los beneficios que se obtengan del material conservado y mejorado por las casas comerciales, a las comunidades de donde el material original fue recolectado10.

En Canarias las instituciones han asumido muy tardíamente la tarea de conservar los recursos fitogenéticos. Hasta no hace más de cinco años, quienes estudiaban y conservaban la rica biodiversidad de Canarias eran “francotiradores” que, desde el voluntarismo y sin prácticamente ayudas de ningún tipo, asumían una tarea que a todas luces correspondía a la sociedad en su conjunto. Por el camino hemos perdido una inevaluable cantidad de recursos que formaban parte de nuestro patrimonio. Para algunas islas la tarea de prospección y recolección ni siquiera ha comenzado aún, y en otras queda bastante camino por recorrer.

Sin embargo, esta tardía creación de los bancos de conservación de cultivares tradicionales en Canarias11 nos permite diseñar una política institucional de conservación de recursos fitogenéticos que supere viejos modelos y que, además, cuide de recuperar los conocimientos campesinos asociados, de tal forma que obtengamos del conjunto la información necesaria para interpretar el funcionamiento de los agrosistemas en su totalidad y, lo que es más importante, para mantenerlos en cultivo, la que sin duda es la mejor forma de conservación.

En ese marco de mantener en cultivo los cultivares tradicionales para evitar la perdida de la biodiversidad cultivada, y siendo conscientes de que la variabilidad que representan los cultivares locales son claves para la sostenibilidad de los agroecosistemas y, por lo tanto, piedra fundamental de la agricultura ecológica, un grupo de agricultores y técnicos de agricultura ecológica hemos puesto en marcha la Red Canaria de Semillas.


¿Para qué sirve una Red de Semillas?

En primer lugar, permite ofrecer una solución al sector de la agricultura ecológica frente al problema que debe afrontar de utilizar semilla de procedencia ecológica en sus cultivos. Esta circunstancia obliga a los productores a tener que adquirir las semillas a empresas europeas, pues la oferta local y nacional es escasa. Este hecho presenta dos problemas: por un lado, las variedades, procedentes en su mayoría del centro y norte de Europa, no siempre se adaptan bien a las condiciones de Canarias; y por otro lado, no es fácil encontrar en ecológico una gran variedad de semillas. Las redes de semilla han surgido desde el sector, en todo el territorio nacional y también en Europa, para dar respuesta a este reto, recuperando una práctica que era la tradicional en la agricultura hasta no hace más de treinta años: producir e intercambiar la propia semilla.

Para este fin los cultivares locales se convierten en una garantía, puesto que se trata del fruto de un esfuerzo de selección que se ha desarrollado durante generaciones. Sin lugar a dudas, las variedades locales presentan una mejor adaptación a las condiciones agroecológicas de nuestros campos que cualquier otra semilla, especialmente en las condiciones extremas de sequía o frente a plagas y enfermedades. Además, garantizan la diversidad biológica, principio que en agricultura ecológica es imprescindible para lograr agrosistemas estables en el tiempo.

En segundo lugar, como ya indicamos, la mejor manera de conservar cualquier variedad tradicional es mantenerla en cultivo. Por esto en la Red no sólo están implicados agricultores ecológicos, sino que también participan del proyecto personas que tienen sensibilidad respecto a la conservación de las variedades locales, y que están dispuestas a mantener en uso cultivares que, siendo quizás menos productivos, presentan otra serie de cualidades de sabor, aspecto, etc.

En esta línea, la Red Canaria pretende potenciar el consumo y conocimiento de los cultivares locales por parte de la población, haciendo hincapié en sus cualidades nutricionales y de sabor, de manera que rompamos el circulo siniestro de ausencia de demanda, precios bajos y desaparición del cultivo o cultivar local.


¿Cómo funcionamos?

La Red funciona como si de un banco se tratase. Dispone de un “capital” de semilla de más de 30 cultivares locales. De este fondo la red realiza “préstamos” de semilla a quien lo desee (agricultores tradicionales y ecológicos), a cambio de la devolución de una vez y media la cantidad prestada al final del cultivo. El agricultor que participa se compromete además a devolver una semilla limpia, sana y sin mezclas; a dejar visitar su parcela si se le solicitase para comprobar que no han existido hibridaciones; y a avisar si por alguna causa no puede devolver la semilla prestada. Una idea simple y práctica que ya hemos puesto en marcha en Canarias.


¿Cómo contactar con la Red?

La mejor forma de enterarse de todo es preguntar a cualquier agricultor que esté participando. Físicamente la Red dispone de un pequeño local con una nevera donde conservamos las semillas. El local lo ha cedido la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agraria (Ctra. Geneto, nº 6, La Laguna) y ha sido arreglado con fondos del Proyecto Interreg Germobanco Agrícola de la Macaronesia. Antes de acudir, se recomienda llamar al 922 31 85 51 o enviar un correo electrónico a:
redcanariadesemilla@gmail.com

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