Rincones del Atlántico



Re-habilitar lo rural: reflexiones

Abel Herrera García

El presente texto surge con la intención de poner sobre la mesa una serie de cuestiones relacionadas con el nuevo uso que necesariamente ha de darse a las innumerables infraestructuras que han quedado abandonadas en el territorio rural canario y que, como testimonios mudos dispersos, dan fe de la intensa actividad agraria que transformó el medio de forma peculiar. También con la de articular maneras y proponer criterios que permitan recuperar estas piezas singulares para que sigan narrando, con su particular lenguaje, parte de la historia real de lo ocurrido en el sitio.

Después de cinco largos siglos de transformaciones, reajustes y adaptaciones a todo tipo de situaciones cambiantes en función de determinados modelos de desarrollo, parece que en estos momentos se alteran los paradigmas que estructuraron un medio que siempre estuvo vinculado a la actividad campesina, para dar paso a otra que se apoya esencialmente en el turismo.

Esta circunstancia ha hecho que actualmente el territorio y su uso estén metamorfoseándose lentamente en función de la nueva demanda que, en principio, requiere programas de actuación distintos de los originales. Estos cambios son inevitables y, aunque pueda parecer un contrasentido desde el punto de vista de la conservación, debemos aceptarlos como lo que son: una oportunidad para la supervivencia del patrimonio.

Así las cosas, la labor del rehabilitador es la de intervenir en este proceso de reajuste que le viene dado para que se dé con las suficientes garantías para la conservación de los valores patrimoniales. Y esta intervención ha de hacerse con cautela para no caer en la solución más fácil: convertir las islas en parques temáticos, lo que ha ocurrido, por defecto, en muchos países que han tenido que dar el paso hacia estos nuevos modelos de desarrollo.

Actualmente en Canarias ya se encienden demasiados indicadores que denotan que esta "desviación típica" va adquiriendo visos de chabacanería provinciana, donde las "señas de identidad" se vinculan a determinados elementos que, fuera de su contexto histórico, rozan lo grotesco. Esta circunstancia afecta no sólo a las expresiones arquitectónicas y etnográficas, sino también a costumbres y otras manifestaciones culturales que estuvieron vinculadas al pasado. Es importante indicar que en los tiempos que corren, un trabajo riguroso y coherente es difícil resolverlo a ritmo de timple y pandereta, con arados levantados y yugos alzados, con chalecos de listas multicolores danzando en trance ritual; es decir, con folías carnavaleras y "arrastramientos" de todo tipo. El mundo rural esculpido a lo largo de los siglos es el resultante de algo más serio que una colección de trastos cualesquiera, colgados en la pared de una bodega cualquiera, para despertar no se sabe muy bien qué valores patrios.



Bajo una óptica realista y poco bucólica, el presente trabajo trata de plasmar una serie de criterios básicos de intervención, secuencias metodológicas, definición de marcos legales, etc., además de alguna que otra solución técnica caída en desuso que avale un discurso consecuente. Todo ello trata de apoyarse en argumentos suficientemente contrastados y consensuados profesionalmente.

En esta línea cabe advertir que normalmente los textos vinculados a las tareas de rescate patrimonial suelen ser equí- vocamente interpretados por quienes no están familiarizados con la jerga técnica, lo que ocurre incluso entre profesionales. Circunstancia que supone un riesgo debido al uso que suele darse a este tipo de publicaciones, pues en muchos casos son tomadas como vademécum donde acudir a por recetas para solucionar todo tipo de males -considerados menores por quienes desconocen las verdaderas consecuencias de su aplicación-. Estas interpretaciones gratuitas suponen una amenaza para el patrimonio que se quiere recuperar, por lo que, como en botica, se aconseja que las soluciones las aporten los especialistas, ya que tanto el diagnóstico como los posibles remedios dependen de múltiples factores muchas veces ocultos, lo que obliga a filtrar y a procesar de forma profesional la información que se posea. En resumen, toda esta casuística generalizada ha influido para que el presente texto se haya escrito más en clave argumental de reflexión, concienciación e interpretación patrimonial, que en la de resolución de problemas concretos, por lo que las soluciones técnicas, como se ha indicado, se aportan a título orientativo para definir líneas de intervención acordes con los elementos a tratar.

ACLARACIONES PREVIAS

Algunos conceptos básicos

Antes de entrar en materia y con la finalidad de poner las cosas en el lugar que les corresponde, conviene repasar algunos conceptos elementales, criterios y normas, así como hacer una breve descripción de los habituales errores de interpretación que se cometen en este campo. Pensamos que dejando clara la intencionalidad de los planteamientos que se hacen en el texto se ayuda a digerir el carácter -meramente informativo- que se pretende del mismo.

En este marco parece adecuado definir y aclarar el sentido de los términos que más generan confusión. Al respecto cabe indicar que las definiciones, descripciones, precisiones, comentarios, etc. que se hacen en este artículo son personales y aplicables sólo a las tareas de recuperación patrimonial, por lo tanto no académicas. Se han introducido con la intención de hacer asequible de la forma más gráfica posible el complejo lenguaje técnico. Por último, hay que decir que aunque algunos ejemplos expuestos no se ajustan exactamente al mundo rural, se ha considerado conveniente incluirlos porque clarifican adecuadamente el mensaje que se quiere transmitir.



En el contexto descrito, 'rehabilitar' es volver a habilitar un bien patrimonial con alguna finalidad concreta. Es acondicionar, preparar para volver a usar -con idéntico, similar, o distinto cometido del que ya tuvo-. Por definición, la rehabilitación se efectúa sobre algo existente que se ha deteriorado parcialmente hasta un punto recuperable, que se pretende volver a preparar para que vuelva a ser útil. No se emplea este término para justificar acciones sobre algo ya destruido (ruina), sobre algo que existió pero que ya no existe. En ese supuesto caso entraríamos en el campo de la reconstrucción.

'Re-construir' es volver a construir, re-hacer (hacer de nuevo). Es reproducir algo que existió y que ya no existe, algo destruido que se intenta recuperar "resucitándolo". También se emplea el término para referirse a la acción de recrear parcialmente una parte no rehabilitable de un todo que sí lo es, algo que se ha perdido que formaba parte de un contexto recuperable más amplio. Este trabajo se realiza con el apoyo de indicios (escritos, testimonios, estudios, fotografías...) que atestigüen lo que fue y que ya no es. En nuestro caso, 're-componer' equivale a restaurar o arreglar algo que tiene algún desperfecto, supone reparar una cosa para devolverla a su estado inicial -componer de nuevo- con pequeñas actuaciones que no deterioren su estado primigenio para que siga conservando su autenticidad. 'Re-modelar' es volver a modelar, reorganizar, cambiar la forma o estructura. Es decir re-formar, variar, transformar, corregir.

'Falsificación histórica' es cualquier intervención en la que se intenta devolver un edificio evolucionado a un "estado original" más o menos idealizado. Existe toda una diversidad de prácticas falsificadoras entre las que subyace como denominador común e idea que las sustenta la erró- nea consideración del patrimonio edificado no como algo vivo y sujeto a cambios y a evolución, sino más bien como una realidad aurática, petrificada y eterna. Las actuaciones de este tipo son altamente problemáticas: en general podemos afirmar que el patrimonio, al que no se considera vivo, muere efectivamente tras la intervención, al interrumpir ésta su ciclo vital y someterlo a un "embalsamamiento". He ahí una primera falsificación.

Pero además, debido a la poca rigurosidad y a la idealización bajo las que suelen llevarse a cabo, normalmente incurren en fallos y contradicciones de todo tipo (estéticas, históricas, conceptuales).

Entre las prácticas concretas más desafortunadas -y frecuentes- se encuentran la suplantación de elementos perdidos de la edificación original con otros nuevos que los copian literalmente, en un empeño de rejuvenecer artificialmente el edificio; las demoliciones de etapas de la construcción posteriores a la que más o menos arbitrariamente se considera "original"; las "correcciones" a ciertas "imperfecciones" originales del edificio; o la ornamentación idealizada y romántica.

Es en estos casos donde la falsificación, que de otro modo pudiera pasar más desapercibida, se hace más llamativa y evidente, dando resultados, en el peor de los casos, paródicos.

Por todas estas razones existe en la actualidad un amplio consenso entre los profesionales y especialistas en rehabilitación en contra de este tipo de actuaciones, un consenso que sin embargo no es compartido mayoritariamente por la opinión pública debido a desinformación u otros motivos no objeto de este trabajo.

'Monumento' es una entidad identificada por su valor que forma un soporte de la memoria. Bajo este concepto se engloban no sólo las grandes creaciones sino igualmente las obras modestas que han adquirido con el tiempo un significado cultural (arquitectura, sitio urbano o rural, elementos complementarios, etc.) según se determina en la Carta Europea del Patrimonio Arquitectónico. En él se reconocen aspectos relevantes que guardan relación con actos y pensamientos humanos asociados al curso de la historia que pueden ser reconocidos.

'Patrimonio rural', en nuestro caso, es el sintagma que se usa habitualmente para designar un amplio abanico de valores vinculados a la actividad agraria, que la comunidad reconoce como tales y con los cuales se identifica atendiendo a sus especificidades. En él tiene cabida todo tipo de actuaciones que se han materializado en el territorio, normalmente ligadas a planteamientos creativos espontáneos. Son expresiones culturales o "maneras de hacer" que no se corresponden con la habitual metodología planificadora estructurante, y se apoyan básicamente en la experiencia empírica adquirida a través de los siglos y en la tradición.



Se manifiesta normalmente en la arquitectura, en las formas diversas para el laboreo de tierras, en los elementos destinados a cubrir necesidades básicas y de autosuficiencia (molinos, eras, tagoras, hornos, sistemas de recogida y almacenamiento de agua, etc.). Erróneamente, lo normal es que no se le considere con valor monumental -conmemorativo, rememorativo o de otro tipo- a pesar de aportar el incalculable valor de narrar la "historia real" ocurrida en el sitio. Son los testigos mudos de los desheredados, que dibujaron en el espacio de forma sincera -sin saberlo- su historia con los medios que tenían a mano.

Es el contrapunto, y por tanto complemento, a la "historia construida" que nos cuentan los palacios, libros y museos, narrada habitualmente por los vencedores y los poderosos (muchas veces se define a los museos, con muy buen criterio, como modernas cámaras de los horrores, ya que en ellos se puede observar inmortalizados a los autores de las mayores masacres que ha conocido la historia, y la manipulación que han hecho de ella a través de escritores, pintores y escultores para contarla). El patrimonio rural, por contra, se aleja del carácter monumental así entendido, por eso se le confunde y se le suele calificar peyorativamente como conjunto desordenado o "mollero" de piedras (aunque algunos pretendan ver en éstos ¿para dignificarlos? pirámides y otros elementos conectados con el más allá).

'Turismo rural' (no confundir con el turismo que se realiza habitualmente en el medio rural) es un sintagma acuñado por la Unión Europea que regulariza un innovador tipo de turismo apoyado en instalaciones agrarias existentes, explotadas por el propio campesino en ejercicio de su actividad. Tiene como objetivo primordial incentivar la mermada actividad primaria en la Europa comunitaria para, entre otros motivos, impedir que se acabe perdiendo el paisaje agrario asociado a la misma. Apoyándose en esta actividad turística complementaria se intenta hacer viable el escasamente rentable trabajo agrícola y ganadero, introduciéndolo en modelos de desarrollo rural integrado.

Para impulsar esta actividad turística la U.E. aporta cuantiosos recursos económicos destinados a tareas de rehabilitación de instalaciones, formación, etc. de tal forma que no recaigan los gastos únicamente en el campesino en detrimento de su actividad principal. Estas aportaciones se realizan a través de los Estados miembros (en España a través de las comunidades autónomas, que son las que legislan para la distribución justa y final de estos fondos europeos). Por último es importante aclarar que el turismo rural, además de requerir la implicación directa de los campesinos, tiene que apoyarse en infraestructuras que posean valor patrimonial contrastado -catalogadas como tales- y que estén convenientemente rehabilitadas para tal uso, nunca sobre edificaciones reconstruidas ni de nueva creación.

Atendiendo a estos conceptos, la casuística real existente en nuestro entorno, y por tanto permitida, aunque lo parezca, no se corresponde con la del turismo rural en la concepción descrita. El resultado final es una especie de turismo rural disfrazado que además está desautorizado en Canarias por la legislación que regula el uso del suelo. Por consiguiente, se estima prioritaria la recuperación del espíritu inicial que inspiró estas iniciativas nacidas en Bruselas y que se han visto ensombrecidas por oscuros intereses mercantiles demasiado cercanos a los centros de decisión, urdidores de un entramado burocrático imposible de salvar por los legítimos destinatarios de las citadas iniciativas.



Las normas y recomendaciones internacionales

Las normas, leyes y principios existentes para la regulación ordenada de las actuaciones que afectan a bienes patrimoniales son bastante amplias, intensas y con lectura clara, tanto en el ámbito internacional y europeo como en el nacional y el autonómico. Recurriendo un poco a la historia destaca entre las pioneras la que se denominaría Carta de Atenas, primer acuerdo internacional sobre la conservación y restauración de los monumentos y los sitios, redactado después de la primera gran guerra (1931). Incipiente acuerdo -de mínimos- que inició la andadura del establecimiento de directrices técnicas encaminadas a la regulación de intervenciones en estas complejas tareas de conservación y recuperación patrimonial. Esta primera inquietud surge en el marco de la necesaria reconstrucción europea después de la gran destrucción (aunque pensamos que la primera carta, por lo que el hecho supuso como relevancia histórica y que diera nombre a las siguientes, fue la que escribiera Rafael a Alejandro VI sobre la conservación y restauración de los monumentos romanos en los tiempos que soplaban aires renacentistas por esas latitudes).

Posteriormente, después de la Segunda Guerra Mundial, surgiría la Carta de Venecia (1964) con renovados criterios rehabilitadores adaptados a los nuevos tiempos -texto que sigue vigente en estos momentos-, aunque subyace un interesante debate sobre su pretendida sustituta, la Carta de Cracovia (2000), que quiere hacerse valer bajo el paraguas de la reunificación europea.

También en este marco comunitario surgiría en 1975 la Carta Europea del Patrimonio Arquitectónico, que se sustenta en los principios de la "conservación integrada de la diversidad", encaminada a atajar las amenazas que se ciernen no sólo sobre los monumentos de forma aislada, sino sobre los conjuntos en su contexto o entorno natural y construido. En el mismo año y con similar criterio, pero haciendo hincapié en la idea de rehabilitación atendiendo a los factores sociales, surgiría la Declaración de ímsterdam. En estas normas de mínimos se ha apoyado y apoya la actividad del ICOMOS y de la UNESCO para sus planteamientos, acuerdos y toma de decisiones en materia patrimonial.

Curiosamente todas coinciden en un denominador común: prohíben, desaconsejan, desautorizan... las reconstrucciones. Las consideran un engaño, un falseamiento de la realidad histórica, por lo que sólo son admitidas en pequeñas intervenciones parciales para la recomposición de piezas existentes desmembradas -anastilosis- si se justifica convenientemente, y para casos muy excepcionales vinculados a motivaciones sociales y culturales que afecten a la identidad de la comunidad entera (muy debatido y cuestionado este último punto).

Por otro lado, todos los planteamientos hechos en los textos citados indican que cualquier acción nueva debe de llevar el sello de nuestro tiempo -en los materiales y en la forma- para que sea correctamente interpretada en el futuro. Toda esta carga filosófica y de preceptos de mínimos consensuados a nivel internacional es recogida adecuadamente por las directivas europeas y la ley estatal que protege el patrimonio, a las que no puede contradecir, ni contradice, la ley canaria reguladora del mismo.

Las interpretaciones de las normas y conceptos básicos No está en el ánimo del autor poner de relieve errores con ánimo crítico destructivo. Todo lo contrario: se trata simplemente de identificarlos como tales y evidenciarlos para aprender de ellos, pudiendo así enmendar prácticas equivocadas para seguir la línea correcta. Por ello parece adecuado poner en evidencia las diferentes interpretaciones constatables que suelen hacerse de las normas que obligan o que, en el menor de los casos, sólo aconsejan.

Las soluciones consideradas correctas en este campo son las que encajan en la filosofía de los planteamientos que figuran en los textos citados. Los de ámbito mundial, que con demasiada frecuencia se suelen orillar, son los que distinguen con reconocidas acreditaciones internacionales las buenas maneras de actuar (Patrimonio de la Humanidad, etc.). Los europeos, nacionales y autonómicos, a diferencia de los anteriores, son de obligado cumplimiento.

En tal sentido entendemos que, con carácter general y como criterio básico, debe considerarse que la forma correcta de actuar sobre el patrimonio es ayudarle a envejecer adecuadamente, aprovechándose de él según marcan las normas, hasta que le llegue su hora. Hay que ayudarle a mantenerse en pie lo más dignamente posible, utilizando muletas si fuera necesario para prolongar al máximo su ciclo vital y así poder rentabilizarlo dándole uso. En este planteamiento metodológico está prohibido "de-construirlo", si no nos gusta su aspecto, para "re-construirlo" tras su muerte con renovada juventud, ya que estaríamos contribuyendo a la falsificación histórica.

Soluciones incorrectas son las que escapan del abanico normativo anterior o pasan por él de puntillas con justificación poco clara. Son prácticas más habituales de lo que se piensa -a veces la pauta dominante- debido al alto grado de indiferencia, al desconocimiento o a la connivencia de las administraciones que tendrían que velar por su cumplimiento. Hay ejemplos notabilísimos en nuestro territorio que pasan desapercibidos a ojos profanos, pero que causan mucho daño al patrimonio por lo que conviene identificarlos, como hemos dicho, para enmendar. En este campo de despropósitos cabe destacar las acciones vinculadas al patrimonio eclesiástico y al turismo rural, cuyos pecados principales inciden en las reproducciones o réplicas, reinterpretaciones y reconstrucciones que afectan al valioso patrimonio que estamos obligados a proteger para generaciones futuras.

Ejemplo digno de libro -por eso se cita- es lo ocurrido en las obras de "rehabilitación" de la iglesia de Buenavista (Bien de Interés Cultural), muestrario amplio de lo que no debe hacerse. Después de una notable y costosa actuación se ha logrado una excelente réplica de un bien patrimonial que algún día existió en el mismo lugar. Una inmejorable copia del monumento que allí estuvo hasta el día en el que una negligencia lo destruyó (sólo se conservan de aquel valioso patrimonio los cimientos, parte de los muros perimetrales, el campanario coronado por una aportación arquitectónica de mediados del siglo XX (años cincuenta) y poco más. El resto fue arrasado por el fuego (1996). Para más inri, la mayor parte de las ruinas que quedaron en pie fueron demolidas para su posterior reconstrucción (después del incendio que lo asoló, el templo quedó en parecidas condiciones estructurales a las de la iglesia de San Agustín -La Laguna- cuyas ruinas se quieren consolidar con la intención de dar un nuevo uso al recinto, según se plasma en el acertado planteamiento técnico resultante de un concurso público de ideas).

El resultado final de la citada reconstrucción es una réplica re-interpretada -de escaso valor patrimonial si exceptuamos algunos elementos antiguos conservados- de la evolución arquitectónica del templo a través de los siglos (XVI al XXI).

El templo en la actualidad ofrece una arquitectura neoneoclásica del siglo XXI, con sus sillares cortados en modernas máquinas de sierra, pero extraídos de la cantera original, seguramente por cuestión de pedigrí. Se puede observar en su techumbre un artesonado mudéjar versión siglo XXI (pero idéntico al del siglo XVII). También una réplica de la vieja talla de la virgen del siglo XVII, versión siglo XXI. En su recinto contamos con un retablo de tipología barroca de la Escuela de Garachico (Martín de Andújar, siglo XVII), pero en versión mejorada del siglo XXI. Tampoco podían faltar los óleos sobre madera datados en el siglo XVII (Jorge Escrot) pero en versión mejorada y con las técnicas del siglo XXI, donde se reproduce un San Rafael, una Santísima Trinidad, etc.

Como se puede testimoniar in situ, debido a la desacertada intervención queda para la posteridad lo que las normas internacionales encasillan dentro de las "falsificaciones históricas".

Lo peor de toda esta casuística es que no se tiene conciencia de los errores cometidos, por lo que si nadie lo remedia se reproducirá el mismo esquema de lo ocurrido en la iglesia de Buenavista en las obras de "rehabilitación" del obispado de La Laguna, donde, al parecer, se está proponiendo metodológicamente la fiel reconstrucción del espacio interior del edificio. O también en las obra de acondicionamiento de las bóvedas de la catedral de la misma ciudad, que se pretenden demoler y volver a reconstruir -aunque parece que la intervención estatal en este último caso trata de impedir la falsificación-.

Otro mal endémico de nuestra tierra es el "falso histórico". Debido a esta particularidad nuestro mundo rural, pueblos y ciudades se van conformando a través de los tiempos en "Nuevos Lugares Potemkin". Como ya denunció hace algo más de un siglo Adolf Loos (notable arquitecto racionalista) sobre lo que estaba ocurriendo en Viena, donde se falseaba la arquitectura con falsas fachadas o falsos históricos de épocas anteriores -a posta la redundancia-. El arquitecto asimilaba estas reproducciones historicistas vienesas a los falsos pueblos que Potemkin, favorito de la reina Catalina, construyó en Ucrania con cartón y tela, para que a los ojos de la emperatriz se convirtieran los desiertos en florecientes comarcas al ser contemplados desde la lejanía. Por estas latitudes proliferan los cascarones pasticheros de todo tipo, formados por nuevas construcciones que reproducen en sus fachadas lo que llaman "estilo canario", potemkinización que afecta incluso al mobiliario urbano, elementos de alumbrado, etc. En esta línea es digno de mención un acuerdo municipal del Ayuntamiento de La Laguna -Ciudad Patrimonio de la Humanidad- que obliga a conservar una fachada de las que dicen canarias -de los años setenta- que sirve de recinto a los juzgados de ese lugar, en pleno casco histórico. Todos estos ejemplos reales dan testimonio, como fieles indicadores perfectamente constatables en el sitio, de los verdaderos problemas que amenazan al patrimonio protegido canario, que corre el riesgo de convertirse en piezas del gran parque temático que entre todos estamos construyendo -por acción u omisión-.

Derecha: Artesonados perteneciente a una casona de la isla baja, en el norte de Tenerife. Izquierda: Réplica de artesonados mudéjares, siglo XXI.


Los verdaderos valores a considerar

En toda intervención han de ponderarse los verdaderos valores patrimoniales a conservar y restaurar. Tema ya suficientemente debatido y decantado a lo largo de más de un siglo, donde sobresalen las iniciativas de ilustres pensadores y técnicos como Adolf Loos, las controversias entre John Ruskin y Viollet-le-Duc, los acertados planteamientos de Camillo Boito, los de Cesare Brandi, etc. Entre este elenco cabe destacar por su clarividencia metodológica a Aloís Riegl, quien logró, con su clasificación de monumentos atendiendo a sus valores, establecer pautas claras para intervenir sobre ellos. En su obra El culto moderno a los monumentos los encasilla diferenciando entre los que tienen valor rememorativo (histórico, artístico, de antigüedad, rememorativo intencionado) y entre los que tienen valores contemporá- neos en atención a sus valores de uso, artístico de novedad, artístico relativo, etc. Clasificación bastante clarificadora, ya que permite actuar documentadamente sobre lo realmente valioso, sobre todo para fijar criterios y no seguir cometiendo disparates a capricho del dictado que haga el "librillo" de cada técnico. Con su método podremos discernir con claridad, por ejemplo, cómo un valor conmemorativo o rememorativo intencionado, según su teoría y la praxis histórica, deja de serlo con el tiempo para convertirse en un valor histórico o de antigüedad. Lo que alejaría ciertos prejuicios, sobre todo los vinculados a numerosas obras realizadas en épocas de triste recuerdo.



En este campo profesional ya todo está dicho, debatido y regulado, por lo que además del obligado cumplimiento de las normas y leyes citadas, debemos aprender de los aciertos y errores que nos cuenta la experiencia histó- rica para no caer en ilegalidades, planteamientos esteticistas provincianos, ñoñería romanticoide y populismo; es decir, en la mediocridad y en la incompetencia.

En los apartados siguientes se dan claves para articular fórmulas que lleven a armar trabajos documentados, apoyados en estudios rigurosos que desemboquen en soluciones correctas.

Un método de trabajo

Después de las aclaraciones anteriores queremos esbozar un principio metodológico que permita detectar, valorar y poner de relieve los auténticos valores que merecen catalogarse y que de esta forma ayude a la toma de decisiones en las tareas de rescate patrimonial.

Para este tipo de intervenciones, y en el marco de las pautas expuestas, se estima imprescindible cubrir una serie de etapas en la actuación que conviertan a las posibles acciones en ejecutables con suficientes garantías. La extensión y diversidad del análisis dependerá de la complejidad del trabajo a desarrollar; no obstante, merecen especial atención los pasos que se indican a continuación.

Estudios previos y toma de datos.

Hay que tener en cuenta y valorar todos los elementos constructivos o con cualquier otra función que nos encontremos en la inspección técnica, ya que posiblemente estén ocupando los lugares más adecuados para los que fueron concebidos. Han sido colocados en su emplazamiento intencionadamente y han cumplido, o aún cumplen, una misión determinada. Seguramente han envejecido y aunque ya no sirvan para lo que fueron diseñados, nos están contando parcialmente la historia de la edificación y del medio donde se encuentran.

Estos estudios previos tratan de descubrir, evaluar y proteger esta serie de piezas que conforman la realidad de lo que estamos analizando, con la finalidad de permitir elaborar propuestas lo más operativas y acertadas posible. Entre los campos necesarios de investigación para la correcta valorización y posterior rentabilización se estiman imprescindibles los siguientes:

- Estudio del medio físico y geomorfológico, así como su influencia en las edificaciones que alberga. Es imprescindible para hacer correcciones de paisaje y evitar impactos negativos en el medio. Debe incidir en los análisis de su morfología, materiales, vegetación, lugares de interés, ángulos y profundidad visuales, etc.

- Caracterización de las condiciones climáticas mediante estudios de orientación, soleamiento, dirección del viento dominante, humedad, precipitaciones..., para definir microclimas y proponer soluciones técnicas lo más naturales posible encaminadas a la regulación de temperatura y humedad, renovación de aire y otros.

- Recopilación histórica del sitio -lo ocurrido en él- que permitirá hacer diseños respetuosos con su evolución, poner en evidencia lo acaecido y rentabilizarlo en la oferta.

- Estudio de las características socioeconómicas de la zona (medios de vida, costumbres, comunicaciones...). Tiene como finalidad, entre otras, corregir impactos socioeconómicos negativos y evitar que las actividades novedosas para las costumbres de los lugareños, si las hubiera (turismo rural, etc.), pudieran alterar su idiosincrasia, con el consiguiente rechazo que la propuesta acarrearía.

Evolución poblacional de un núcleo rural desde los años sesenta a la actualidad. Las Lagunetas, Gran Canaria (foto: Francisco Rojas Fariña).


- Análisis de las formas en las edificaciones a través de estudio de volúmenes, composición, interrelación de espacios y otros. Deberá efectuarse de manera exhaustiva con la intención de justificar claramente los encuentros y diseños volumétricos que se propongan, más allá de la simple copia de ejemplos existentes -salvo que puntualmente se demuestre la oportunidad y necesidad de la mímesis en pequeña escala-.

- Caracterización y tipificación de los materiales que integran los inmuebles, así como de otros elementos y también de sus sistemas constructivos. Se tratará de localizar y poner de relieve las soluciones peculiares que diferencien un ejemplo concreto del resto y que merezcan una valoración especial. Este aspecto resulta de enorme importancia ya que de él depende el acierto en la elección de las propuestas técnicas.

- Examen de las piezas singulares de las construcciones y del territorio en estudio, a fin de ponerlas en valor como representativas del lugar (eras, hornos, molinos, pajeros, pasiles, etc.).

- Estudio del crecimiento cronológico de las edificaciones, la secuencia de las ampliaciones realizadas, o cualquier otro tipo de análisis que ayude a establecer ordenadamente su historia constructiva. Esto permitirá recomponer sus particularidades de forma lógica y conservarlas para el futuro.

- Otros trabajos de reconocimiento y análisis que se estimen necesarios en función de los objetivos marcados.

Proceso y registro de la información obtenida

Todos los datos recabados, derivados de los diferentes aspectos del estudio, deberán ser registrados de forma integral -gráfica o analítica- mediante croquis, dibujos, referencias planimétricas, fotografías, vídeos, o cualquier otro medio o documento -analógico o digital- que permita su fácil tratamiento posterior.

El examen de cada uno de los aspectos registrados ha de ser tan minucioso que, una vez procesados los datos, nos permita diagnosticar los problemas y proponer en cada caso las soluciones pertinentes con el mínimo error. Debe estar documentado de tal manera que el análisis sistemático nos conduzca a la solución correcta y que sea el resultado de la investigación quien nos la dicte.

Propuestas de actuación

El trabajo previo realizado nos llevará a la propuesta o propuestas de actuación concretas que se deriven del mismo, que, en función del análisis y de los objetivos marcados, será el nutriente de posteriores proyectos de ejecución. Cuanto más exhaustivo sea el proceso de análisis, registro de datos, etc., las propuestas estarán más claras y exentas de errores, acotando el abanico de posibles fallos.

EL MEDIO RURAL CANARIO

A partir de este punto se pretende documentar el método descrito particularizando en el caso que nos ocupa: el medio rural canario. Para ello abundaremos sólo en lo más relevante, lo necesario para que pueda ser correctamente interpretada la intención del autor. Se recuerda que este modo de actuar es uno de los tantos existentes, ni mejor ni peor que otros, y de lo que se trata es de darlo a conocer como una posibilidad más en la oferta técnica rehabilitadora.

Descubriendo las particularidades del medio rural canario.

Una de las principales tareas de nuestro método es la de hacer de detectives de lo ocurrido en el sitio y de sus consecuencias. Cada lugar tiene su peso específico, su identidad, y por tanto requiere su propia solución. Si lo que pretendemos conseguir es poner en valor los ambientes rurales como aliciente relevante en la oferta cultural, hemos de descubrir las características intrínsecas de cada rincón, lo que lo diferencia de los demás, para así recuperar su propio sello y resaltarlo como elemento singular.

Las islas han sido puente desde su conquista entre Europa y América. Aquí se han aglutinado usos y costumbres de muy diversa procedencia. Cada isla, cada zona de la misma, ha sido protagonista de esta aculturación propiciada por el flujo constante entre los dos continentes y el archipiélago. Por otro lado, los asentamientos humanos, con carácter general, fueron condicionados por la climatología. Sus emplazamientos, especialmente los rurales, se deben esencialmente a consideraciones vinculadas a la producción agraria.

El clima que ha influido en el re-diseño de las islas está caracterizado por la fuerte incidencia de los vientos alisios, que debido a su interceptación con la variada orografía, y atendiendo a su orientación, van conformando diferentes microclimas. Este fenómeno se ve acentuado sobre todo en las islas más montañosas, donde a grandes rasgos predominan los ambientes húmedos a barlovento (norte) y los secos a sotavento (sur).

Estas características climáticas propician la existencia de comunidades vegetales diversas agrupadas en los cuatro pisos principales canarios: litoral y termocanarios semiárido, seco y subhúmedo.

Entre las comunidades más relevantes se encuentran las halófilas costeras, el tabaibal-cardonal, el bosque bajo, el húmedo de laurisilva, el fayal-brezal, el pinar, entre las que comparten espacio los retamares, los palmerales, los jarales, las comunidades liquénicas, etc.



En medio de esta diversidad florística con su fauna asociada -y la mayoría de las veces sustituyéndola- se emplazaron desde la época de la conquista las zonas de cultivo que han persistido hasta la actualidad. Éstas han ido variando en extensión y finalidad hasta conformar el paisaje agrario característico de cada lugar. Su singularidad está ligada al ciclo productivo y vinculada estrechamente a la historia humana desarrollada (ganadería, pesca, agricultura, transformación productiva, costumbres, tradiciones...). Todas estas circunstancias han hecho que los caseríos y edificaciones que han surgido diseminados en toda la extensión de los parajes del archipiélago lo hayan hecho en perfecta armonía con él, lo que ha dado como resultado que cada uno de ellos se arrope en su propia identidad.

La tipología edificatoria surgida en cada zona es el resultado de la confluencia de todos estos factores que, como hemos visto, articulan desde las necesidades funcionales y los condicionantes climáticos hasta las tradiciones culturales, y sus características la hacen perfectamente encuadrable en el marco de la arquitectura popular canaria, tal como la define F.G. Martín Rodríguez en su trabajo sobre la misma.

Se trata específicamente de una arquitectura elemental de escasos recursos, caracterizada por unos sistemas edificatorios de sencilla tecnología que, sin embargo, permiten modelar conjuntos armónicos perfectamente integrados en su medio. A esto contribuye que el material empleado procede del propio lugar donde se ubica (piedra, tejas elaboradas con arcillas locales, maderas, tintes, etc.), lo que garantiza su mimetismo, emulando de este modo el ciclo constructivo al ciclo geológico. Este fenómeno se evidencia especialmente en el ámbito rural, donde vemos cómo los materiales del sitio se van extendiendo hacia las edificaciones y otros elementos auxiliares, formando una curiosa simbiosis entre lo construido y el paisaje que lo rodea. Efecto debido también a la aleatoria, no intencionada, combinación de los materiales empleados, lo que hace que los mismos se confundan con la silueta de la que proceden -aunque la utilización de productos cercanos se deba a la necesidad de economizar recursos, no a planteamientos estéticos-.

Por ejemplo, donde abunda la toba blanca no se recurre a este material sólo para resolver los elementos arquitectónicos estructurales, sino que se hace extensivo su empleo a los propios bancales de cultivo. En estos lugares, normalmente de escasa pluviometría, destacan los 'jables' o pumitas, que se utilizan para cubrir superficialmente las huertas con la finalidad de retener la humedad en el subsuelo. También llaman la atención en este ambiente las dependencias utilizadas para bodegas excavadas en cuevas subterráneas, que se benefician de este excelente aislante térmico de forma natural.

Estas zonas rurales se caracterizan, además de por su arquitectura tradicional -versión adaptada a los propios recursos de otras más ricas-, por la proliferación de un abanico amplio de elementos vinculados a ellas (hornos para la elaboración de teja o cal, chozas pajizas, refugios de pastores, rediles, fuentes y abrevaderos asociados a nacientes de agua, aljibes, pozos, molinos de viento o de agua, eras, pasiles, etc.) que completan con detalle el dibujo del ámbito agrario del que participan.

En cada conjunto se ve reflejada tanto la diversidad como la particularidad, lo que confiere lecturas únicas al sitio. Un mismo elemento repetitivo puede irse adaptando a las circunstancias locales y adoptando diferentes formas, sufriendo variaciones que aunque a veces puedan parecer caprichosas, le confieren carácter exclusivo.

En Teno, por ejemplo, se puede apreciar cómo las eras de trilla, tan comunes en todo el territorio canario, al estar ubicadas en un lugar azotado por fuertes vientos son protegidas perimetralmente con altas paredes. Para que pudieran cumplir su función se abría en ellas un hueco regulable orientado hacia las brisas (aventadero). Esta ventana empalizada tenía como objetivo poder regular y suministrar el flujo de viento a voluntad, característica que particulariza el paisaje haciéndolo diferente a los demás.

O vemos cómo los clásicos hornos de cuerpo exterior con apertura del fogón hacia el interior de la cocina van marcando la pauta como piezas singulares en las pequeñas viviendas rurales de La Gomera, mientras que en otras islas se reservan para edificaciones señoriales de mayor porte.

En algunos lugares se evidencia cómo se ahorraba en el empleo de la cal, debido a la larga distancia de los puntos de suministro y a la dificultad del transporte, lo que suponía que ésta se empleara sólo ocasionalmente para cubrir una mínima superficie de pared -a veces sólo las llagas entre piedras-. Esta práctica llevaba aparejado el que no se pintara el llagueado, dando como resultado el característico aspecto pétreo de algunas construcciones al generarse una pátina oscura con el paso del tiempo debido a la carbonatación. La variada casuística que se da en los enlucidos de cal no sólo se debe a variables relacionadas con la dificultad para la disponibilidad de los materiales y con factores económicos: también influyeron en su momento otras circunstancias sociales y culturales.

Otro aspecto diferenciador al que se recurre es el empleo o ausencia de color en el remozamiento de las fachadas, particularidad que no se debe trasladar de una comarca a otra para conservar la singularidad en su origen.

Es de destacar lo relacionado con la práctica del color en la isla de La Palma, en la que debido a la necesidad social de poner en evidencia el estatus del que hacían gala los propietarios de los inmuebles, se desarrolló una gran tradición vinculada al color. Esta particularidad se haría extensiva no sólo a las fachadas sino también a los interiores de los edificios (artesonados y otros), donde se combinaba su rico cromatismo con la excelente calidad de las maderas.

Algunos lugares pueden relatar, atendiendo a los ornamentos que decoran las fachadas de sus edificios, lo que ha ocurrido en el sitio. También a través de las sucesivas capas de intervención sobre los mismos nos podemos enterar de su historia. Estos manifiestos se realizan, entre otros, mediante esgrafiados, grecas y ornamentos variados que han ido conformando fachadas eclécticas, símbolo de ostentación y prosperidad económica de familias acomodadas, que denotan con este indicador su estatus.

Es común apoyarse en todo tipo de signos diferenciadores, como en los antepechos torneados con mortero de cemento, a los que se recurrió en épocas de posguerra debido a la escasez de madera y a la moda de la novedad, cuando el cemento irrumpía en el mercado canario de forma masiva. Con este procedimiento se sustituyeron e imitaron cojinetes antiguos, o se adornaban éstos con innumerables motivos pintados (rombos, círculos, triángulos, ovoides...). También manifiestan progreso otros elementos destinados a la mejora de la calidad de vida, como las pintorescas chimeneas añadidas a posteriori que van coronando las cubiertas de las viviendas en muchos lugares.

Atendiendo a la climatología se obtienen lecturas que denotan el carácter dominante de la que influye en el lugar. En zonas de escasa pluviometría cabe destacar la vasta cultura vinculada a la captación y almacenaje de agua: aljibes, piletas de recogida, canaletas de diversos materiales, etc. En lugares de frecuentes lluvias, donde el proceso de secado de fruta al aire podía arruinarse, son característicos los hornos de secado, donde el campesino, cuando el higo ya estaba semipasado y existía peligro de llovizna, retiraba el fruto de los pasiles y entre ramas de helechos lo horneaba, acelerando así el proceso de secado y consiguiendo un sabor especialmente agradable.

En zonas donde escaseaba el material para la construcción de tejas, se recurría habitualmente a la paja -colmo- debido a su cualidad impermeabilizante, como en el caso de la isla de El Hierro, donde se utilizaba este material debido a la escasez de arcillas adecuadas (Guinea, Tesbabo, Pozo de las Calcosas).

En lugares donde faltaba madera para ejecutar los entramados estructurales de las cubiertas, se resolvían incluso recurriendo a materiales efímeros, como los "maguenes" (tallos de la inflorescencia de la pitera) y otros de similar calidad. Por el contrario, donde abunda la tea, las techumbres se resuelven con tablones de este excelente y duradero material. Con la introducción en las islas de la teja francesa, se van sustituyendo las cubiertas de peor calidad por el aplacado marsellés, que garantiza un mejor comportamiento ante las inclemencias del tiempo. Si las posibilidades adquisitivas mejoran se sustituyen los antiguos tejados por cubiertas horizontales formadas por "torta de cal" y lascas de sabina o tea utilizadas como soporte.

Como puede apreciarse, la singularidad y riqueza cultural de las islas es tan amplia que justifica un estudio en profundidad para rescatar los testigos que la evidencien, y así poderlos utilizar como patrimonio emblemático de cada lugar incluyéndolos en la oferta de rehabilitación.

El programa edificatorio común a ciertas viviendas rurales

Con la finalidad de seguir ejemplificando la metodología indicada -y teniendo en cuenta que las tipologías no son transvasables de un lugar a otro- se realiza a continuación un análisis de un programa edificatorio considerado común en el mundo campesino, lo que lo convierte en prototipo de una manera de intervenir y ocupar el espacio.

En el mundo rural lo normal es que las construcciones hayan ido adquiriendo progresivamente formas libres y espontáneas, creciendo según la demanda en cada momento de forma natural, no buscada. Este crecimiento no planificado se debe además a su aislamiento del resto de los núcleos, a la dispersión de las edificaciones, así como a las características topográficas del terreno. La suma resultante está compuesta por una serie de elementos prismáticos, maclados o engarzados desordenadamente de forma aleatoria que le imprime el carácter tradicional propio de estos paisajes.

Los volúmenes van armonizando con el entorno más inmediato, escalonándose o hundiéndose en el terreno si éste así lo requiere. A veces a mitad de camino entre cueva y construcción. El programa de necesidades se desarrolla normalmente en una planta, aunque recurre a la segunda si las condiciones topográficas del terreno así lo aconsejan. La edificación se inicia normalmente en forma lineal y con superficie reducida, a la que se van agregando cuerpos dependiendo del tamaño de la familia a alojar, necesidad de almacenamiento, aperos, animales... A medida que se incrementa la necesidad, va tomando forma de L o de U, llegando a alcanzar superficies en torno a los 100 m2.



Estas viviendas se orientan de tal forma que sus huecos y zonas exteriores de uso habitual quedan a resguardo de los "tiempos reinantes" del NE (alisios).

Estas casas de labranza suelen estar constituidas por dos o tres habitaciones-dormitorio, una cocina-hogar con fogón de leña -deprimido- en esquina, y un cuarto para utensilios de labranza, en ocasiones combinado con la gañanía y el pajar. Como instalación anexa complementaria suele aparecer una era de trilla y, salpicando el paisaje, algún horno. En la época de su construcción este tipo de instalaciones residenciales generalmente se ejecutaba sin dotarlo de aseo, añadiéndose posteriormente esta pieza como elemento aislado del resto y próximo a chiqueros o corrales de gallinas.



El patio, a resguardo siempre del viento dominante, comunica todas las dependencias haciendo de elemento articulador. Recibe un trato especial ya que en torno a él se desarrolla la actividad de la casa. Debido a la relativa benignidad del clima canario se utiliza como lugar de reunión y convivencia familiar, cubriéndose parcialmente a veces con un porche o con un simple parral de sombra. Suele estar enlosetado con piedra irregular y "amueblado" con asientos del mismo material o con troncos de madera.

Aspectos constructivos

La cimentación de estas elementales construcciones está formada simplemente por la prolongación de la pared bajo la cota del terreno. Sobre la misma, coincidiendo con la planta de la edificación, se elevan los muros sustentantes, elementos que, con un espesor entre los 60 y los 80 cm, se construyen con piedra del lugar (basalto, toba, etc.) argamasada con mortero de barro o, en contadas ocasiones, de cal y arena de escorias. Estos muros se protegían a veces con un revestido del mismo material, aunque también se les podía dejar con la piedra al descubierto, lo que obligaba a un mejor acabado de sus uniones y al sellado con "rajuelas" para impedir la entrada del agua de lluvia al interior de su núcleo. En todo caso, casi siempre se presentan sin revestir las esquineras, jambas, dinteles, arcos de descarga, o cualquier otro elemento portante construido con piedra labrada con mayor esmero en dos o tres de sus caras.

Sobre esta estructura se eleva una segunda planta con piso de madera si el terreno así lo aconseja, o la mayoría de las veces directamente la cubierta.

El sistema empleado para la ejecución de la techumbre es muy elemental, formado por una, dos, o cuatro aguas. Se suele acabar en teja árabe colocada sin ningún tipo de trabazón, excepto la cumbrera, limatesa y laterales, que ocasionalmente van recibidos con mortero de cal, arena y picón aterrado. La pendiente oscila entre los 20 y los 30 grados, cambiando a veces al llegar a la cara interior del muro, salvando así el grueso de éste y continuando con inclinación más tendida La estructura de la cubierta suele estar formada por durmientes perimetrales de madera, que descansan sobre la parte superior-interior de las paredes, en los que se engarzan los hibrones que soportan y transmiten el peso de la cumbrera y los faldones. Esta estructura portante sustenta todo el entramado sobre el que se apoya la teja (cañas, astillas, "latas" o varas, enlistonado de madera, machihembrado...). En ocasiones, cuando la cumbrera se alarga demasiado y no se dispone de tirantes, se evita el efecto de los empujes laterales de la misma por medio de un puntal de madera o "esteo". Otras veces la estructura se ochava o arriostra en los durmientes con traviesas en las esquinas que cumplen también la función de atirantado.

Como se ha indicado anteriormente, este tipo de techumbre solía ser de mala calidad debido, sobre todo, a la materia prima y al proceso empleado para la elaboración de la teja, lo que requería un continuo mantenimiento de trastejado y de renovación de la madera de su estructura. Esto propiciaba que a medida que la familia fuera contando con los recursos necesarios, reemplazara este sistema constructivo por el de cubierta plana de "torta de cal", más duradero y que ofreciera suficientes garantías de impermeabilidad y confort. Para su construcción se colocaba sobre el "encofrado perdido" de astillas de tea, sabina, brezo... una capa de mortero de cal, con la suficiente pendiente para garantizar la evacuación del agua de lluvia. El pavimento solía estar formado por lajas de piedra basáltica, cantería o toba volcánica, apareciendo a veces un entablonado de madera noble.



La carpintería en este modelo arquitectónico elemental era sencilla, sin labrado excesivo, formada por una superposición de tablas enmarcadas o clavadas sobre un bastidor del mismo material. Las ventanas, cuando las hay, aparecen con poca superficie acristalada y a veces dotadas de tapaluz. En la elaboración de las piezas de carpintería se solían reservar las maderas más nobles y resistentes para los dinteles de puertas y ventanas, utilizando las más débiles para el resto.

Crisis del mundo rural y su rescate

Como ya vimos en los preámbulos, el estudio de las características socioeconómicas de la zona es parte fundamental del trabajo previo de análisis. En el caso que nos ocupa se hace imprescindible tener en cuenta la delicada situación actual de crisis que soporta el ámbito rural canario, que debido al importante receso que sufre la actividad agrícola y ganadera está propiciando el abandono de las zonas de medianías, con la huida de sus protagonistas hacia el sector servicios, emplazado actualmente en las zonas costeras. Esta situación trae como consecuencia la pérdida de los frágiles testimonios de arquitectura rural y otros elementos de subsistencia, que han permanecido vivos hasta la actualidad al estar estrechamente ligados a la actividad económica desarrollada en el lugar.



Desde este punto de vista, resulta obvio que los planteamientos que deben sustentar las intervenciones han de realizarse, en la medida de lo posible, con la doble misión de conservar el patrimonio y rentabilizar sus valores. Este binomio de coexistencia es la clave para que se perpetúe, ya que rentabilizándolo habremos garantizado su protección. El posible beneficio económico es uno de los factores que más influyen en las demandas de puesta en valor y su inclusión en los canales culturales de explotación.

El turismo rural (agro y eco-turismo), el cultural (aulas en la naturaleza), el turismo científico, los lugares de reposo, el senderismo, etc., en apoyo a la actividad agraria (agricultura, ganadería, transformación y comercialización de productos...) suponen actualmente una de las posibilidades más viables para el desarrollo integrado y sostenible en el tiempo de estos lugares. Su aislamiento los convierte en espacios ideales para la práctica de actividades que requieran cierto grado de desconexión del contexto habitual en el que se vive, ya que el propio medio irradia sensación de sosiego.

La definición de los modelos, que responderá a múltiples factores además de los indicados -no objetos de este estudio- será la que vaya marcando las pautas sucesivas en la intervención.

La intervención

Algunos criterios generales

Para llevar a cabo las tareas de rehabilitación de edificaciones atendiendo a su nuevo programa de necesidades y salvaguardar al mismo tiempo sus valores patrimoniales, hay que tener en cuenta algunos criterios básicos.

Insistimos en que la intención de este trabajo es la de hacer una llamada a la reflexión que ayude a fijar criterios de intervención, no la de dar recetas mágicas. En ese sentido hay que aclarar, pues, que las propuestas técnicas que haremos más adelante se extraen de un abanico de alternativas posibles, donde existen otras igualmente válidas.

Recordemos además que la forma correcta de actuar sobre el patrimonio es ayudarlo a evolucionar adecuadamente, a mantenerse en pie lo más dignamente posible para prolongar al máximo su ciclo vital, pero que, para evitar el caer en la falsificación histórica, las "de-construcciones" y las "re-construcciones" rejuvenecedoras posteriores quedan fuera de lo permitido.

Debemos actuar con respeto selectivo para poner en evidencia los valores auténticos del objeto sobre el que trabajamos y así poder mantener lo que tenga de valioso. Criterio que es imprescindible que se haga extensivo al medio donde se inserta para conservar el necesario equilibrio entre medio y objeto, que desaparecería si se alterara una cualquiera de las dos variables.

Debemos también reiterar que, aunque la filosofía aquí expuesta pueda ser transvasable, no lo es enteramente la tipología edificatoria de una comarca a otra, ni de una isla a la vecina, ya que cada rincón de esta tierra tiene su propia identidad a la que no debemos sumar más eclecticismo anacrónico del que ya soporta.

En esta línea, y para conservar el "ambiente rural" creado por el campesino, se considera más acertado minimizar las intervenciones que se planteen, tanto en las edificaciones como en su entorno. Esto requiere realizar un amplio estudio del área de actuación que lleve a proponer la función más adecuada de cada elemento, así como los trabajos técnicos más convenientes para conseguirlo.



Se procurará recuperar las antiguas piezas para el nuevo cometido asignado con la mínima transformación y limitando las modificaciones a las imprescindibles. En el caso de tener que recurrir a añadidos volumétricos por considerarlos necesarios para complementar las construcciones existentes (aseos, cocinas, etc.), se podrán utilizar los mismos materiales de su composición pero con lectura clara de nuevo elemento o, preferiblemente, materiales y sistemas constructivos nuevos, formalmente compatibles con los existentes y con un grado de elaboración no superior a ellos. La composición volumétrica deberá respetar la escala del resto de la edificación, huir de las imitaciones y dejar clara su lectura de obra nueva.



Por ejemplo, se recomienda restringir la apertura de nuevos huecos que modifiquen la relación existente, sacrificando hasta el máximo admisible las condiciones de ventilación. En caso necesario se procurará practicar en los lugares menos visibles o se recurrirá a métodos de aireación forzada a través de aberturas similares a las utilizadas con anterioridad en cubiertas y paramentos, pero que denoten su presencia como nuevos. Se recurrirá a piezas que guarden la necesaria asepsia constructiva y dialoguen con la edificación antigua. Estos nuevos materiales y soluciones técnicas son socialmente bien asumidos, ya que se interpretan como necesarios para realizar funciones elementales de ventilación -por ejemplo, en los aseos y cocinas- además de dar cumplimiento legal a la norma sanitaria.



En definitiva, se aconseja la realización de actuaciones comedidas que, en caso de requerir materiales nuevos, los integren sin restar protagonismo a los viejos elementos. Cada añadido será aséptico tanto en su composición formal como en su aspecto, que debe ser integrador y neutro. Por ello se preferirán materiales como el vidrio, la madera sin labores, el gres en tonalidades pétreas, el hormigón visto, el acero, el cobre, etc.

Transformación y nuevo uso de las edificaciones

Lo habitual es que la primera tarea que debamos resolver sea la adecuación de las edificaciones existentes para adaptarlas al nuevo cometido. Siguiendo la línea indicada de preferir la minimización de acciones, se procurará añadir, como nuevas aportaciones, sólo las estancias imprescindibles para completar el programa de necesidades requerido. En caso de que el proyecto general afectase a varias construcciones, sería necesario estudiar el encaje de las funciones de cada pieza dentro del grupo y del programa previsto, para finalmente llevar a cabo la redacción de los correspondientes proyectos técnicos individualizados. Lo lógico es que cada caso presente su peculiaridad, por lo que se deberá aportar soluciones particularizadas para cada uno de ellos. Las modificaciones pertinentes para conseguir el grado de confort adecuado -corrección de problemas de ventilación, humedad, aislamiento térmico y acústico, así como las nuevas aportaciones- deberán realizarse sin menoscabo de los valores inventariados previamente.

Añadidos volumétricos

Una de las carencias habituales en la mayoría de estas viviendas rurales es la del cuarto de baño o aseo, pieza imprescindible que habrá que incorporar, ubicándola preferiblemente en dependencias ya existentes.

En caso de resultar necesarios nuevos volúmenes -para ése u otro cometido-, se procurará integrarlos de tal forma que el estado evolutivo de la edificación sea evidenciado, es decir, con técnicas y materiales que los delaten como nuevos elementos, huyendo de la copia y el pastiche. En tal sentido, si utilizamos materiales idénticos a los existentes -por ejemplo paredes de piedra-, se procurará enmarcar éstos con otros más modernos, utilizar la técnica del resalte o rehundido de los paños nuevos, o recurrir a cualquier otro método que rompa la continuidad y que ayude a diferenciar claramente la obra antigua de las aportaciones posteriores.

Materiales más adecuados

Debido al aislamiento de los núcleos rurales, distantes normalmente de los centros de suministro en la época de su construcción, los materiales a emplear en los mismos tradicionalmente se extraían de la zona más próxima: piedras, arcilla, maderas, pigmentos, cañas, etc. Se recurría a la cal como material especial sólo de forma esporádica, ya que debido a su escasez y a la dificultad de su transporte, su empleo suponía un mayor costo económico para la obra.



Por otro lado, si comparamos el comportamiento de los viejos materiales que forman parte de las edificaciones con los modernos, comprobaremos el peor funcionamiento de estos últimos respecto a la perfecta adaptabilidad de los antiguos, tanto desde el punto de vista de su integración en el medio como de las condiciones climáticas de la zona.

Esto ha influido para que en el presente estudio, y en lo que concierne al tratamiento de acondicionamiento de las viejas edificaciones, se adopte el criterio de emplear idénticos productos a los que originariamente se utilizaron para su ejecución. Se limitan los nuevos materiales a las imprescindibles obras de instalaciones, a las especiales de refuerzo estructural, y a otras que requieran del avance tecnológico. Y también, como se ha indicado en los apartados anteriores, a las que estén destinadas a transmitir una lectura contemporánea y neutra de las ampliaciones apoyándose en el diseño

Unidades de obra más comunes

A continuación se hace un breve análisis de las principales unidades de obra que habitualmente son objeto de reparación y los materiales que normalmente se emplean para ello, así como diversos apuntes para su correcta ejecución:



- Paredes. Para la recuperación y la ejecución de nuevas paredes se procurará emplear la piedra basáltica del entorno que no presente exfoliaciones ni meteorizaciones, limitando el uso de bloques de hormigón vibrado a las obras nuevas que se consideren imprescindibles, especialmente para paramentos interiores o donde se requiera un tratamiento de acabado resistente. También existen otras alternativas de ejecución con nuevos materiales que pueden suplir las excelentes cualidades de aislamiento térmico y acústico que poseen las paredes antiguas. En esta línea y dentro de las posibilidades, se recomienda emplear ladrillos de tierra cocida, adobe, cáñamo, madera reciclada, termoarcilla (arcilla aligerada), etc., todos ellos de gran calidad, más sanos y ecológicos que los de hormigón vibrado. Para interiores existe la alternativa de paneles de madera o yeso prensado.

En las tareas de reparación ha de tenerse especial cuidado en no impermeabilizar las paredes antiguas de piedra y barro, sobre todo exteriormente, para no dificultar su transpiración, según se recomienda en los apartados siguientes.

- Morteros y aplicación. Dependiendo de la calidad y naturaleza de los materiales a tratar, se deberá utilizar diferentes tipos de mortero, limitando el normal de cemento y arena (en proporciones de 1:3 ó 1:4) a su empleo en paredes de bloques de hormigón vibrado de nueva construcción y que se hallen perfectamente cimentadas.

Si la reparación se hace sobre elementos antiguos de piedra de alta densidad, o se aplica la mezcla para formar la última capa del revestido destinado a recibir aplacados, se recomienda utilizar morteros "bastardos" (mixtos) de cemento (blanco, preferiblemente), cal y arena basáltica (1:1:6). Se desecha el mortero puro de cemento para este cometido debido a la alta flexibilidad que suelen tener las cimentaciones y al componente de barro del núcleo de las paredes viejas. Con los morteros flexibles a la cal, sin embargo, se evita el efecto negativo de fisuración que produce el contraste de rigideces entre materiales, y al mismo tiempo se facilita la transpiración o exudación de los paramentos.

Morteros de cal grasa (aérea)

En caso de poder acceder a la materia prima -que se puede conseguir por diferentes vías-, se indica seguidamente una de las formas para la preparación de la cal grasa por el procedimiento de apagado por fusión, que produce pastas de gran calidad especialmente indicadas para la elaboración de revocos y acabados debido a su gran plasticidad. También se pueden utilizar otros métodos de apagado -aspersión, inmersión- o se puede conseguir la cal que se comercializa ya apagada, en polvo o en pasta.

Para obtener pasta de cal grasa por el procedimiento de fusión, lo más práctico es ir sumergiendo la cal viva, con cuidado, en un bidón metálico que contenga agua hasta un máximo de dos tercios de su capacidad; en proporciones de 3 ó 4 litros por kilo de cal -ha de tenerse en cuenta que este material al hidratarse aumenta de volumen-. En el proceso de apagado se debe remover la mezcla con precaución, pues puede alcanzar temperaturas superiores a los 100 grados.

Terminado el proceso, y una vez fría y reposada la pasta, se extrae el exceso de agua y se pasa por un tamiz de 1 mm para quitarle las impurezas. Seguidamente se guarda en recipientes herméticos donde permanecerá al menos seis meses antes de usar. Se puede dejar durante mucho tiempo en estas condiciones si se cubre su superficie con dos o tres centímetros de agua, para evitar el contacto con el aire; o embolsar la pasta en ausencia de aire y del agua excedente, con lo que dura indefinidamente.

Los morteros de cal aérea pueden aumentar sus cualidades resistentes si se les añade polvo de ladrillo, teja o puzolana -tal y como hacían los romanos-, lo que les confiere también propiedades hidráulicas. Para el revoco fino de acabado en obras que requieran mejor presencia, es aconsejable sustituir el árido indicado en los diferentes apartados por marmolina, polvo de mármol, y añadirle algún ligante (caseína, látex...). Si aparecieran pequeñas fisuras se podrían corregir en fresco con una babilla de cal grasa y pulir seguidamente con un callao.

Por último podemos indicar, como curiosidad, que históricamente se ha añadido diferentes productos a los preparados a la cal -orgánicos e inorgánicos- para mejorar sus cualidades aglutinantes, de dureza, secativas, etc. Entre ellos se encuentran los aceites tratados, la sal gorda, alumbre, leche cuajada, colas, resinas, silicatos, pelos de animales, etc., lo que brinda todo un abanico de posibilidades de investigación y experimentación en este campo.

En cambio, ha de tenerse en cuenta que los pigmentos que se añadan para colorear siempre deben ser no orgánicos -naturales o artificiales-, como las tierras o los óxidos minerales, debido a las propiedades cáusticas que tiene la cal.


En caso de que el material a tratar o revestir disminuya en su resistencia (tobas, paredes con alto contenido de barro, etc.), se aconseja usar uno de los tres tipos de mortero que se describen a continuación, para garantizar su flexibilidad y grado de transpiración. Atendiendo a su dureza -de mayor a menor- se emplearán: el de cal y arena basáltica (1:3), para aglutinar y revestir elementos de cierta consistencia; el de cal y arena blanca de escoria (pómez) (1:3), para revestidos semirresistentes y colocación de tejas; y por último, el de cal, "tierra fuerte" (sin arcilla) y arena blanca de escorias (1:1:6), para fijación de tejas a soportes con mucho movimiento, así como para recubrimiento de paredes poco resistentes con alto contenido de barro en su composición.




Las proporciones indicadas para los morteros a la cal son aproximadas debido a la disparidad de soportes que nos podemos encontrar, por lo que se aconseja experimentar con mezclas en volumen de entre 1:4 y 1:2. También se aconseja probar con diferentes tipos de arenas y granulometrías (marmolinas, etc.) hasta conseguir el resultado requerido.

Cuando en el mortero se emplee sólo la cal como materia aglutinante, se puede usar en su composición indistintamente cal hidráulica -con más resistencia mecánica- o cal grasa (aérea) -más plástica-. En caso de añadir cemento a la mezcla para fabricar mortero bastardo, sólo se podrá utilizar cal grasa ya que la hidráulica es incompatible con el cemento. También hay que tener en cuenta que la cal hidráulica debe emplearse antes de 24 horas desde su amasado, ya que al contrario que la cal grasa, que sólo se carbonata en presencia de aire, la hidráulica endurece también en presencia de agua.

Por último cabe recurrir, en caso de duda y como alternativa a lo expuesto, al amplio abanico de productos comerciales a la cal que se suministran preparados para diversos usos, que se deberán utilizar siguiendo las instrucciones del fabricante. Ésta es una opción a considerar, especialmente teniendo en cuenta la escasa profesionalización en Canarias para realizar con suficientes garantías trabajos con componentes de cal.

- Revestimiento de paredes. Si los paramentos estuvieran sin revestir y en condiciones adecuadas de conservación e impermeabilidad, sería aconsejable que permanecieran en las mismas condiciones y con la piedra vista, especialmente los exteriores. En caso de que por su naturaleza o necesidad se estime conveniente su recubrimiento, deberá hacerse con los morteros descritos en el apartado anterior, atendiendo al tipo de soporte de que se trate. La utilización y elaboración de las mezclas se realizará como se ha indicado, o deberán seguirse las instrucciones del fabricante en caso de productos preparados, especialmente los de cal, para garantizar la conservación de sus cualidades.



Para la reposición de los morteros sobre paredes viejas se deberán respetar las condiciones estéticas de acabado originales, normalmente sin maestrar, en forma irregular -filo de cuchara-, hasta conseguir el mismo aspecto y textura que el enfoscado antiguo.

Como práctica general, y en caso del revestido total de la pared, sólo se dejarán vistos los enmarques en toba o piedra noble de cantería que conforman las jambas, dinteles, arcos de descarga, esquineras o cualquier otro elemento característico que merezca su resalte. El resto del paramento se enfoscará en su integridad, sin recurrir al folclorismo de dejar piedras salteadas vistas a modo de manchas o "almendrado".



Por el contrario, si la intención es reponer los revestidos antiguos, donde por economía la solución consistía en cubrir sólo las llagas necesarias entre piedras, se procederá a revocar las mismas dejando el color natural del mortero; sin pintados posteriores para evitar el efecto dálmata antes descrito, con lo que se consigue una mayor aproximación a la textura y color originales.

En caso de enfoscados sobre paredes nuevas se aconseja hacerlo maestrado para diferenciarlo de las paredes antiguas. Como conclusión, debe tenerse en cuenta la amplia casuística local en materia de revestido, donde existe infinidad de variables en función del clima, materiales disponibles, categoría de la edificación, etc. En las islas orientales, por ejemplo, está muy extendida la práctica del recubrimiento con morteros de cal y tierra, donde a veces se añade paja o pelo de animales, práctica que debe respetarse como elemento diferenciador, pero teniendo cuidado en seleccionar tierra sin arcilla -"tierra fuerte"-.

- Tejados. Para las obras de trastejado y ejecución de nuevas cubiertas se aconseja aprovechar, en lo posible, las tejas existentes de aspecto envejecido, y el resto reponerlo con réplicas idénticas, si se consiguieran, o tintadas para su empleo en las canales -tejas de la capa inferior- se puede recurrir a la utilización de un tipo de teja de mejor calidad que la local, siempre que ensamble con las descritas anteriormente: deberán tener características similares, que permitan utilizar las antiguas tejas como "cobijas".

- Carpintería. En obras rurales se aconseja utilizar preferentemente la tea, el barbusano, el brezo, los rollizos de haya, el palo blanco, etc., dependiendo de la madera que se haya usado en el lugar con anterioridad y de su disponibilidad, ya que debe ser reciclada debido a su actual nivel de protección legal (presumiblemente la que encontremos en cada edificación proceda de los montes más cercanos, a los que ya no podemos acceder).



Cada tipo de madera se empleará en aquellos elementos constructivos donde sea característica su utilización funcional (cubiertas, puertas...). En este sentido se reserva la madera de tea para cometidos estructurales y para lugares más expuestos (vigas, exteriores...), el barbusano para escaleras, y así sucesivamente. Para la elaboración de puertas y ventanas se recomienda, como alternativa a la tea, la utilización de riga vieja, debido a su similitud, o maderas tropicales de similar aspecto.

El acabado de las piezas de madera se hará sin grandes labores, desechando elementos decorativos o torneados si no hubieran estado presentes en su estado original. Incluso se deberá cuestionar las imitaciones del labrado tradicional de la madera mediante el empleo de azuela, etc., puesto que la praxis ha puesto de manifiesto la excesiva industrialización del sector, que ha llegado a los talleres pequeños de carpintería.

Para el soporte directo de las tejas en las cubiertas se podrá emplear el mismo elemento estructural que hubiera tenido en su estado inicial: caña, astillas de tea y brezo, o enlistonado de madera. En el presente estudio se aportan algunos detalles técnicos encaminados a garantizar las debidas condiciones de aislamiento térmico e impermeabilidad que se requiere de las cubiertas.

- Pavimentos. En exteriores se procurará la utilización de los pavimentos originales, que solían ser de piedra natural formados por losas gruesas debidamente arriostradas al terreno con encintados perimetrales del mismo material. Su colocación deberá hacerse sobre lecho flexible de arena y tierras seleccionadas, previo compactado.



En interiores se puede alternar el pavimento descrito con losetas de barro tratadas con aceite de linaza o protegidas con los productos indicados por la casa suministradora. Se puede enmarcar con listones de tea o maderas tropicales. A diferencia del pavimento exterior, se deberán recibir las losetas con morteros de cal, previo proceso de impermeabilización y aislamiento térmico de la sub-base. Deberá elegirse el tipo de pavimento adecuado al carácter de la estancia y al acabado de la misma.

Para pavimentar y alicatar aseos y lugares expuestos al agua en cocinas, se aconseja el empleo de cerámica, gres o cualquier otro tipo de material moderno impermeable. Con la finalidad de alterar lo mínimo posible su aspecto original, se procurará limitar el empleo de estos aplacados al recubrimiento de la superficie mínima imprescindible para garantizar la higiene.

Pintura de cal

Para la elaboración in situ de este tipo de pinturas, primero se deberá disolver en el agua los pigmentos y el elemento fijativo. Para este último se puede utilizar alumbre (50 gramos por litro de preparado) o látex artificial inorgánico (un litro por cada 10 Kg de cal grasa). También existen otras posibilidades, como se indicó en el apartado de morteros, que dan pie a la experimentación e investigación -silicatos, aceites tratados, caseína, sal gorda, etc.-.

Una vez disueltos los aditivos en agua se procederá a añadir lentamente la cal sin dejar de remover hasta conseguir la pastosidad adecuada. En caso de usar pasta de cal ya preparada se le irá añadiendo el agua restante hasta conseguir el estado adecuado de fluidez requerido para la pintura. Se le puede añadir polvo de mármol a conveniencia para mejorarla, hasta un tope de 1:5, o eventualmente, un poco de cemento blanco (siempre que la cal que se utilice sea grasa).

Como se ha indicado, los pigmentos deben estar previamente disueltos en el agua, teniendo en cuenta las recomendaciones descritas en cuanto a su composición; deberán ser inorgánicos -naturales o artificiales- pero inalterables por la cal (tierras, óxidos minerales, etc.). Se añadirán hasta conseguir la tonalidad deseada teniendo en cuenta que al secar aclaran su color. Para la preparación de la pintura es imprescindible mezclar muy bien los ingredientes, deshaciendo los grumos y filtrándola antes de su uso.

Los preparados a la cal, tanto para enfoscados como para pinturas, deben emplearse durante las primeras 24 horas transcurridas desde su elaboración, en el caso de haber usado cal hidráulica; si, por el contrario, se ha empleado cal grasa (aérea), que reúne mejores condiciones para enfoscados y pinturas debido a su mayor plasticidad, se puede mantener el preparado mayor tiempo pero en ausencia de aire, protegiéndolo con una capa de agua superficial o en envases totalmente llenos (bidones, bolsas de plástico...)




- Pinturas y tratamientos de protección. Los paramentos antiguos que vayan a ser pintados deberán tratarse con preparados a la cal, hechos a la antigua forma, debido a sus excelentes cualidades, o utilizando productos comerciales listos para su uso que estén suficientemente acreditados. En los procesos de tratamientos a la cal es muy importante que estén bien húmedos los muros pero sin chorrear, por lo que es conveniente mojarlos bien antes del enfoscado o pintado, y dejarlos orear hasta que desaparezca la lámina de agua superficial. Es conveniente reservar estas operaciones para los días frescos y nublados (no con lluvia) y evitar que el sol incida directamente en la superficie en la que se va a trabajar, ya que secaría demasiado rápido y no se completaría el ciclo de carbonatación. Posteriormente debe humedecerse diariamente la superficie o, si es posible, tapar con telas húmedas o con plástico la pared, para evitar la evaporación de agua y preservar la humedad.

Con este procedimiento se consiguen protecciones para la pared que, trabajando solidariamente con el soporte de mortero de cal, dan como resultado paramentos altamente impermeables y transpirables que se benefician del equilibrio higroscópico. Se evitan así las condensaciones internas, y por consiguiente los daños que producirían a las viejas paredes de piedra y barro o a las fabricadas con materiales porosos, debido a su alta capacidad de absorción de humedad. Lo contrario de lo que ocurriría si se enfoscaran con morteros de cemento y se impermeabilizaran posteriormente con pinturas plásticas, ya que la película que se formaría no dejaría escapar la humedad de su interior.



Además de elásticas y transpirables, las pinturas a la cal son de fácil mantenimiento, ya que admiten sucesivas capas posteriores sin costosos preparados del soporte. Otras cualidades a tener en cuenta son su mayor durabilidad, su poca conductividad, sus propiedades microbicidas, etc.

Como puede apreciarse, estos productos ofrecen excelentes ventajas en comparación con los plásticos. Sin embargo, hay que reseñar que existe también en el mercado otra alternativa de gran calidad y durabilidad para exteriores: se trata de pinturas minerales naturales -al silicato de sosa o de potasa- hechas con pigmentos resistentes a la alcalinidad. La madera es otro de los materiales de las viejas construcciones que requieren un mantenimiento continuo para alargar su ciclo de trabajo. Existen varios métodos y productos protectores con una alta eficacia que no generan grandes trastornos en su empleo, y que además se pueden usar en interiores con garantías sanitarias suficientes.

En esta línea se encuentra la sal bórica o bórax -producto natural- que se puede utilizar como imprimación para proteger la madera antes de aplicarle aceite u otros compuestos de acabado. No desprende vapores tóxicos y resulta de una gran eficacia. Si se diluye en agua puede darse a brocha o por inmersión.

La madera que no vaya a ser protegida con pinturas, una vez imprimada se podrá impregnar con aceite de linaza en caliente al que se habrá incorporado ajo. Este tratamiento hace que el material recupere los aceites perdidos, pudiéndose emplear como alternativa a los productos comerciales siempre que se vaya a dejar en su estado natural. Este mé- todo ha sido tradicionalmente usado para desinfección de maderas, protegiéndola contra los insectos xilófagos y los hongos. Para garantizar mayor efectividad se darán las manos necesarias hasta la total saturación de la pieza.

Durante su aplicación se mantendrá el preparado al baño maría, con la finalidad de controlar la temperatura adecuada y así lograr mayor fluidez y efectividad. Las proporciones de la mezcla rondan en torno a los 2 litros de aceite de linaza por 1/2 Kg de ajo -cabezas-, admitiendo pequeñas cantidades de aceite de trementina -aguarrás-, añadido posteriormente para quitarle viscosidad al preparado. Hay que tener precaución con los aceites industriales que se comercializan, debiendo examinar cuidadosamente su composición, ya que muchos incorporan secantes y pueden contener sustancias tóxicas no recomendables, sobre todo para interiores. Siempre es conveniente eliminar el aceite sobrante que no sea absorbido con paños de tela, para evitar que forme capa y garantizar que la madera pueda transpirar de forma adecuada -debe tenerse cuidado con los paños impregnados en aceite, pues pueden autoinflamarse, por lo que después de usados se aconseja introducirlos en un cubo con agua-.

En caso de querer oscurecer la madera más de lo que se consigue con el aceite, se podrá teñir previamente con preparados de nogalina o productos neutros similares. Para la madera que vaya a ser pintada se recomiendan los preparados al aceite que aún se comercializan, debiéndose desechar los esmaltes sintéticos por los problemas que generan al impedir la necesaria transpiración que debe de garantizarse a todos los materiales orgánicos.

Como solución alternativa a los productos descritos hay que tener en cuenta que también se comercializan varias marcas de pinturas, ceras, aceites y barnices que se fabrican con ingredientes naturales que no contienen materias tóxicas, no producen alergias y permiten la transpiración de las maderas, además de ser permeables al vapor de agua. Son recomendables para su uso, sobre todo, en el interior de las viviendas.

Las piezas de acero que se desee dejar sin pintar (por motivos estéticos o de bajo mantenimiento), se podrán tratar con vinagre o ácido clorhídrico, pasivando así su capa exterior con lo que se evita temporalmente su oxidación, o recurriendo a productos comerciales con el mismo fin.

- Loza sanitaria, mobiliario y otros. Las piezas sanitarias y el mobiliario antiguo que se conserve podrán acondicionarse para su uso. El resto deberá reponerse con piezas modernas que, al igual que las soluciones arquitectónicas, dialoguen con el conjunto. No debe recurrirse a las imitaciones de mobiliario de otras épocas ni a la reproducción de ambientes artificiales rústicos "de revista".

Para pomos de puertas, llamadores, etc., se deberá utilizar el mismo criterio descrito, desechando los tan empleados modelos de hierro forjado de formas lanceoladas, producto de mezcla de estilos y carentes de autenticidad.

Igual tratamiento deberá darse a las lámparas y otras piezas que formen parte del decorado, que habrán de corresponderse con las originales de la edificación -rechazando las imitaciones antiguas- u optar por diseños modernos asépticos en sus formas y materiales, que se integren y no resten protagonismo a los verdaderos valores que debe conservar la edificación original.

Algunas soluciones técnico-constructivas

Para la elección de las técnicas constructivas a emplear en la reparación se sigue el mismo criterio selectivo que el utilizado para el estudio de los materiales, dando prioridad a las antiguas soluciones si fueran efectivas. Se debe recurrir a las nuevas sólo cuando éstas sean técnicamente imprescindibles y para transmitir el mensaje de aportación reciente, sobre todo en las ampliaciones.



- Humedad procedente del terreno (cimentación y pisos). La humedad procedente del subsuelo, ascendente por capilaridad, se previene en las nuevas construcciones con métodos modernos: barrera estanca formada por láminas sintéticas, placas metálicas o productos similares. En las viejas, debido a la imposibilidad constructiva de emplear el método señalado, se puede evitar el ascenso de agua capilar ventilando la parte enterrada de la cimentación. Esta técnica alternativa está suficientemente contrastada y es relativamente sencilla de ejecutar. Consiste en excavar pequeños canales de aireación por ambas caras de la cimentación que recorran todo el perímetro de la misma (interior y exterior), debiendo garantizarse la circulación natural de aire por medio de tomas y salidas contrapuestas y a diferente altura, para conseguir el efecto chimenea.

En la zona baja, preferiblemente expuesto a las brisas (orientado al norte, si es posible), se situará el hueco de toma de aire; en lugar alto y en el lado opuesto (sur), el de salida. Se puede incrementar la velocidad de circulación de aire disminuyendo la sección del canal progresivamente en el sentido de avance del mismo, y también aumentando la diferencia de altura entre la entrada y la evacuación, teniendo en cuenta que a mayor diferencia de cota entre ambos puntos se obtiene mayor velocidad. Las diferencias de presión atmosférica, de temperatura y de sección entre la entrada y la salida del aire son los factores que inciden directamente en la velocidad de circulación.

Con este método se impide la condensación de humedad en el interior de los muros y se acelera la evaporación y desecado del núcleo de los mismos. Después de la ejecución de los trabajos indicados y antes de la colocación del pavimento, se aconseja extender en toda la superficie horizontal a tratar una lámina impermeabilizante y otra para garantizar el aislamiento térmico del subsuelo.

Como se ha indicado de forma reiterada, se deberán adoptar soluciones arquitectónicas en la línea argumental expuesta para resolver el implante de estos nuevos elementos necesarios para la habitabilidad, con diseños y materiales modernos que no afecten a la composición de la obra (acero cortén, cobre...).





- Estabilización y reparación de grietas en muros de piedra. Los asientos diferenciales, la desigual respuesta que dan dos materiales distintos que formen parte del mismo elemento portante, el embolsamiento de paredes por falta de trabazón, etc., hacen que aparezca una serie de grietas en los muros que impide el trabajo solidario de los mampuestos.



Para subsanarlo, una vez corregido el origen estructural del problema, se puede recurrir al empleo de la técnica del cosido de la grieta con varillas flexibles de fibra de vidrio recibidas con mortero bastardo -aglomerante de cemento y cal-. Estas armaduras adaptables se colocan en el interior de las llagas entre las piedras, que se habrán limpiado previamente, y por ellas se van extendiendo en sentido perpendicular a la grieta. Las varillas tendrán una longitud mínima de 25 cm a cada lado de la fisura para asegurar el agarre y se colocarán con distancias de separación en torno a los 20 cm entre una y otra.

- Desplome de paredes producido por empuje de la techumbre. Cuando falla el atirantado de las cubiertas, caso frecuente en edificaciones antiguas debido a la pudrición de las cabezas del madero que realiza esta función, se produce el empuje de los hibrones contra la parte alta de la pared, que debido a la carga total que transmite puede llegar a ocasionar su desplome lateral con el consiguiente hundimiento del techo.



Ante la aparición de esta anomalía se deberá desmontar total o parcialmente la techumbre, dependiendo de su estado de gravedad, para proceder seguidamente a la reparación de toda la estructura portante -posiblemente sustituyendo tanto el atirantado como el resto de la parte dañada de la cubierta-.

El atado se podrá realizar mediante durmientes de madera noble colocados perimetralmente en la coronación interior de las paredes, donde se insertarán los tirantes -metálicos o de madera- fuertemente anclados al mismo. También se puede hacer la reparación con vigas perimetrales de atado ejecutadas en hormigón armado, donde se dejará el espacio necesario para el alojamiento del durmiente. En este caso deberá quedar suficiente espacio exterior para colocar el revestido con piedra.



- Preparación de soportes para la colocación de aplacados. La tracción que produce el aplacado cerámico adherido con morteros rígidos es tal que, si se coloca directamente sobre un soporte más débil y flexible -pared de piedra y barro o de toba volcánica-, acaba por producir embolsamiento y por desprenderse. Para evitarlo debemos preparar la pared dándole gradaciones sucesivas a la resistencia del mortero que va a sostener los aplacados, lo que se consigue extendiendo capas superpuestas de tal forma que la base resultante así acondicionada nos sirva de colchón para absorber los movimientos diferenciales entre los dos materiales.

Para conseguir una buena base se deberá limpiar previamente la pared hasta eliminar los restos de barro en toda su superficie, especialmente de las llagas entre piedras. Posteriormente se cubrirán las partes más blandas con "chapoteados" de mortero de escasa resistencia (cal y escorias), hasta acabar con una de mortero bastardo armado con malla de fibra de vidrio directamente aplicado sobre el soporte anterior. Este proceso deberá hacerse en sucesivas capas, dejando previamente secar la anterior para impedir la fisuración.

Sobre el soporte así preparado se podrá colocar la cerá- mica utilizando el mismo mortero que el empleado en la capa de acabado u otro con similar flexibilidad. Se tendrá la precaución de dejar juntas amplias entre placas para facilitar las dilataciones.



- Desmoronamiento de paredes de piedra y barro. Si, como consecuencia del deterioro de las cubiertas o de los remates de paredes exteriores, llegara a entrar agua al núcleo de las mismas, donde el elemento aglomerante es el barro, se ocasionaría la ruina progresiva de éstas debido al lavado de la masa aglomerante y al esponjamiento producido por la hidratación de su interior.

Para evitarlo, una vez consolidada la obra dañada acudiendo a los métodos descritos en otros apartados, se deberá reparar la parte alta o coronación del muro hasta sellarlo e impedir así nuevas entradas de agua que puedan arruinar su estructura. Este tratamiento de su parte superior se procurará hacer utilizando los métodos tradicionales -tejas, cerámicas o remates en punta-.



- Solución para la impermeabilización y ventilación de cubiertas. Antiguamente el único sistema de impermeabilización disponible era el de la propia teja colocada directamente sobre un lecho de cañizo, astillas de brezo o enlistonado. Este procedimiento resulta inadecuado en la actualidad por no garantizar un mínimo grado de confort debido a la alta permeabilidad de la teja local, a la nula estanqueidad al polvo de las cubiertas así conformadas, o al hecho de que la cubierta así construida se convierte a menudo en lugar de estancia de pequeños animales.

Por otro lado, la impermeabilización total de los faldones añadiría un nuevo problema, al producirse el estancamiento del aire en el interior de las estancias debido al estrangulamiento de la ventilación. Esta circunstancia generaría condensación de humedad, enrarecimiento del aire y caldeo de las habitaciones debido al reducido volumen que suelen tener las mismas. Además, este sellado puede resultar peligroso en cubiertas con artesonados de tea por la excesiva acumulación de calor y el desprendimiento de resinas, con el consiguiente riesgo de incendio si existiese algún elemento emisor de energía o se produjera la chispa en sus proximidades.

Se aportan dos soluciones que pretenden ser respetuosas con el aspecto original de los tejados, ya que no cambian su fisonomía interior ni exterior y resuelven los problemas de aireación, aislamiento térmico e impermeabilidad requeridos. Conviene aclarar, en atención a los criterios expuestos en el presente trabajo, que con esta operación no se trata de reconstruir modelos anteriores, sino de racionalizar el método habitual de mantenimiento (trastejado).



El primero de ellos consiste en utilizar la estructura de madera y el cañizo -si fuera el caso- como encofrado perdido, sobre el que se coloca una capa de unos 6 cm de mortero aligerado de cal y escoria volcánica (picón) para dar soporte al aislamiento térmico. Éste se ejecutará preferiblemente con productos naturales (fibra de cáñamo, de madera, aglomerado de corcho, lino, granulado de perlita, vermiculita, etc.) o con productos alternativos industriales no tóxicos. Sobre esta capa se deberá colocar la impermeable, para la que se recomienda utilizar también productos alternativos no contaminantes - como el caucho-butilo, caucho sintético EPDM, láminas de polietileno, etc.- o bien recurrir a la lámina impermeabilizante convencional con el cuidado de que sea con productos autorizados no contaminantes ni tóxicos.

Sobre ésta se verterá una segunda capa de mortero del mismo material y espesor que la primera que sirva de base para la colocación de la teja.

Este tratamiento se hace en todo lo ancho del faldón, excepto en los últimos 30 ó 50 cm contiguos a la cumbrera, cuya impermeabilización se resuelve con plancha zincada, de cobre u otro material inoxidable, escalonado en persiana de tal forma que facilite la salida del aire caldeado. Para activar el proceso de renovación de aire se dejarán pequeños huecos de ventilación a la altura de los aleros, ejecutados bajo la doble teja cada 50 cm aproximadamente. Esta práctica se lleva a cabo en las habitaciones que requieran mayor grado de confort.

Como segunda solución para dependencias húmedas y con elevados valores de condensación en su interior -cocina y baño- se podrá colocar la cubierta de teja árabe siguiendo el método tradicional, pero sustituyendo las canales de teja local por otras impermeables de buena calidad y de tonalidad similar a la antigua. Como cobija -tapa- se aconseja utilizar la teja tradicional.



Este último sistema no garantiza totalmente la impermeabilidad de la cubierta, pero, dado el carácter secundario de las estancias y en función de la pluviometría de cada zona, se plantea como alternativa debido a su bajo costo y a que se consigue con él mayor grado de ventilación. Las cubiertas de teja francesa son ideales para estas estancias, por lo que si hubieran formado parte conceptual de la arquitectura inicial se podría recurrir a ella. Su ejecución no requeriría tratamientos especiales.



- Instalaciones. Las construcciones antiguas raramente poseen instalaciones adecuadas para el nuevo uso, por lo que se las deberá dotar de las necesarias empleando los métodos más convenientes.

Las de agua se pueden prever empotradas, que se podrán ejecutar con conducciones de polietileno o materiales similares, por admitir cierta docilidad en su colocación y por su gran durabilidad. A las eléctricas se intentará dar el mismo tratamiento empotrado que a las anteriores; no obstante, donde esto no sea factible, se podrán dejar vistas garantizando el debido grado de protección y aislamiento. Para el resto de las instalaciones se recurrirá a los métodos actuales por no presentar ningún conflicto importante con la tipología de las construcciones antiguas.

Debido a la condición aislada que suelen tener estas viviendas y al impacto negativo que supondrían los tendidos aéreos de las acometidas, se debería estudiar la posibilidad de utilizar la energía solar o eólica para el suministro eléctrico y agua caliente, así como el sistema de telefonía móvil para las comunicaciones, con lo que se evitarían en parte las instalaciones exteriores aéreas.

Las antenas, depósitos, generadores eólicos, paneles fotovoltaicos, etc., se ubicarán integrados, siempre que sea posible, entre la vegetación del entorno si la hubiera u otros elementos que eviten su impacto.

O también formando parte integrante del diseño. La señal y el resto de suministros se deberán canalizar a través de conductos subterrá- neos hasta los puntos de utilización en la vivienda.



- Regulación natural de temperatura, ventilación y humedad. Una construcción de las características descritas que en condiciones normales de habitabilidad puede permanecer intacta centenares de años, bastaría con tenerla cerrada sólo una decena para que se produjera su ruina total. Suele comenzar su degradación debido a la absorción de humedad por capilaridad, continúa la misma por la condensación interna que produce su escasa ventilación, y se remata con la entrada de agua directa desde el tejado (goteras, etc.). Todas estas circunstancias aceleran el proceso de enmohecimiento y pudrición de las maderas que con su avance ocasiona la caída de las cubiertas; a lo que sigue el deterioro de los muros de piedra y barro, y como consecuencia, del resto de la edificación.

Aprovechando estratégicamente las particularidades locales como son la situación topográfica, orientación, mayor o menor exposición a los vientos dominantes, grado de soleamiento, vegetación próxima, etc., y analizándolas y combinándolas en la forma más adecuada, se deberá proceder a realizar un plan de ventilación y regulación de temperatura y humedad para el interior de las construcciones. Este estudio se llevará a cabo atendiendo a las características naturales de la edificación, a la ubicación y a su entorno, así como al juego que presta la vegetación y a si ésta permite talas o siembras de pantallas vegetales, podas de formación, etc. También se puede recurrir a la regulación de temperatura y aireación a través de la apertura de rejillas orientadas a barlovento con salidas elevadas y contrapuestas que garanticen la ventilación cruzada.

Se trata de recurrir en lo posible a métodos naturales para establecer el equilibrio ambiental ideal en el interior de estas piezas arquitectónicas.

Algunos defectos, errores y carencias habituales en obras de rehabilitación

Comoquiera que los errores también crean escuela, a continuación haremos una exposición de los más comunes que habitualmente se cometen en este campo, con la intención de evitarlos.

Recaen en su mayoría en los conceptos generales expresados al principio de este trabajo sobre interpretación normativa y carencias metodológicas, por lo que se incide en ellos y al mismo tiempo se aprovecha este punto para hacer extensiva esta casuística a otros conceptos más técnicos y de detalle.

El error, por omisión, más extendido en este campo quizá sea la poca importancia que se da a los estudios y proyectos técnicos de ejecución, que acaban convirtiendo a estos documentos de investigación en papeles inútiles cuyo único cometido efectivo es el de dar respuesta burocrática a los trámites administrativos. Los trabajos de reacondicionamiento de las edificaciones campesinas tradicionales se vienen haciendo tan apresuradamente -debido al fenómeno del denominado turismo rural y al de la segunda vivienda-, con tal escasez de recursos técnicos y criterios adecuados, que de seguir a este ritmo "desnortado" y falto de criterios claros, en pocos años se habrá desvirtuado de forma irreversible el ya "tocado" patrimonio rural.



Esta realidad debe hacer reflexionar sobre la relevancia que tiene la intervención de especialistas cualificados en estas tareas y el mayor compromiso en el control y en la información a los usuarios que debe asumir la administración. La generalizada confusión interpretativa habitual en este terreno lleva a cometer importantes errores conceptuales que terminan consolidándose, incluso entre algunos técnicos que dogmatizan a través de acciones e interpretaciones gratuitas, que realizan sin apoyarse en ningún soporte científico.

Errores conceptuales, formales y deficiente documentación-investigación previa

Conceptualmente no existe un "estilo canario". Normalmente se hace referencia a él como si de una tipología autóctona exclusiva se tratara, cuando si por algo se caracteriza la arquitectura de esta tierra es por no poseer un estilo propio definido. En el transcurso de nuestra corta historia se ha producido una fuerte amalgama constructiva debido a las aportaciones foráneas, cuyos orígenes podemos situar en la Península Ibérica -España y Portugal-, con influencias claras de la denominada "arquitectura mediterránea" -Grecia, Italia y norte de África-. Esta aculturación hace difícil catalogar estilos y procedencias puras, máxime si tenemos en cuenta la retroalimentación iberoamericana producida en estos últimos siglos y la sabia adaptación de los diferentes modelos a la diversidad climática, topográfica, de materiales, etc., que caracteriza a nuestro territorio.



Un primer error consiste en asociar el denominado estilo canario con determinados indicadores que el imaginario colectivo identifica como propios (ventanas de cuarterones, cubiertas de teja árabe, balcones de madera, antepechos torneados, mampostería de juntas llagueadas, colores "apropiados" de otros lugares y utilizados como autóctonos, etc.). Muchas veces, apoyándose en estos criterios, cuando se rehabilita una edificación antigua se añaden y conjugan tan alegremente estos modelos icónicos falsos en su ejecución -normalmente por desconocimiento- que acaba convirtiéndose en un buen ejemplo de lo que no debe hacerse: un pastiche.

También acudiendo erróneamente a soluciones específicas de otros lugares se intenta dar respuesta a necesidades que demande cualquier programa edificatorio en estudio (añadido de porches y cobertizos, aleros, balcones, chimeneas...), sin tener en cuenta que los elementos de los que se echa mano están diseñados para solucionar problemas -climatológicos u otros- propios del sitio donde se ubicaron, y que fuera de lugar tienen una lectura compositiva y comportamiento no adecuados.

Otro grupo de despropósitos que habitualmente se cometen en obras reconstruidas y ampliaciones gira en torno a las imitaciones burdas, al pseudo-canarismo y al empleo de elementos disonantes. Cuando se pretende imitar las paredes que, semienfoscadas por la escasez de cal, se limitaban a recubrir las llagas entre piedras, se obtiene como resultado el característico "almendrado" que se está convirtiendo ya en pesada seña de identidad. O, lo que no es menos grave, la proliferación del blanco y verde como colores identificativos de la arquitectura denominada canaria, que se hace extensivo a todo el archipiélago.

También preocupa el empleo de objetos añadidos en estilos de dudoso gusto -los denominados "castellanos" y otros- que afectan sobre todo al mobiliario, a la iluminación, a los herrajes y a otros elementos auxiliares (pomos, llamadores, pasadores, cerraduras...), que van desplazando los originales y las soluciones modernas, adoptándose como característicos de lo rural. En este marco se ha puesto de moda últimamente "lo rústico" para acondicionar todo tipo de instalaciones en el medio campesino, quizá bajo la influencia de modelos de intervención publicitados en revistas no profesionales que, si bien pueden ser acertados para los lugares donde el técnico los ha planteado, no son aplicables a capricho de cada consumidor y técnico. También son utilizados con el mismo criterio pavimentos, aplacados, balaustres, pinturas y otras piezas arquitectónicas propias de otros contextos y épocas, cuyo resultado es altamente chocante y carente del mínimo sentido estético.

En contrapartida a toda esta casuística, reiteramos que se debe investigar y documentar en profundidad el objeto a rehabilitar, así como descubrir los elementos antiguos existentes que lo caracterizan para ponerlos de relieve. No tratar de "enriquecer" la obra con aportaciones que, aunque puedan resultar adecuadas para otros lugares y acertadas en otros estilos, en ésta tendrían efectos negativos. Al propio tiempo hay que insistir en que las necesarias ampliaciones y aportaciones nuevas se deben realizar con elementos actuales que "dialoguen" con los antiguos.

Errores técnicos

En este campo es habitual la utilización de métodos y materiales inadecuados para solventar cualquier tipo de problema técnico, sin ser conscientes de que se está causando un trastorno mayor del que se quiere corregir. Hay que tener muy en cuenta que la tecnología contemporá- nea mal aplicada puede arruinar las estructuras antiguas. Por ejemplo, es práctica común recurrir a costosas impermeabilizaciones para proteger paredes de piedra contra la entrada de humedad. Para ello se utilizan morteros y pinturas no transpirables aplicadas a sus paramentos, con lo que el efecto obtenido es el contrario: se rompe el equilibrio higroscópico de la pared al evitar que la humedad que penetra por capilaridad pueda salir al exterior y se produce a la larga su ruina.

Otra práctica inadecuada que se suele emplear con frecuencia es la de impermeabilizar y sellar totalmente las cubiertas antiguas de madera y teja. Debido al escaso volumen interior que suelen tener las dependencias rurales y su nula ventilación, con esta medida se acelera el caldeo de las mismas, lo que hace que se formen condensaciones en la zona alta interior de las cubiertas. Esto ocasiona a corto plazo la pudrición de la estructura y los artesonados de madera. El mismo efecto destructor lo produce la práctica habitual de utilizar productos incompatibles con los materiales que se pretende proteger, como es el caso de pinturas a base de esmaltes sintéticos inapropiados aplicados sobre madera, ya que al formar una película impermeable impiden que ésta transpire de forma adecuada. En definitiva, por ahorrar en estudios técnicos previos que fundamenten el trabajo se emplean medios costosos que, para más inri, empeoran el punto de partida, cuando no acaban destruyendo lo que hasta ese momento sobrevivió protegido por medios vernáculos que tomaban de la naturaleza sus ventajosas cualidades.



A MODO DE CONCLUSIÓN

El rescate aislado de las edificaciones rurales quedaría desvirtuado si no fuera acompañado por otras medidas correctoras en el ámbito donde se ubican, así como en el resto de elementos definitorios del medio rural y en el diseño de modelos de desarrollo que resistan en el tiempo sin menguar los recursos disponibles; es decir, un tratamiento global integrado de la diversidad campesina. Conviene hacer esta reflexión final pues pudiera interpretarse que el presente texto, donde la incidencia técnica parece desequilibrarlo, deja de lado el aspecto humano que le es consustancial. Rehabilitar por rehabilitar no tiene sentido, no se trata de recuperar piezas para llenar museos ni construir parques temáticos; se trata de hacerlo de tal forma que presten un servicio adecuado y rentable a la sociedad. La definición de modelos de desarrollo vinculados al turismo cultural, para que perdure en el tiempo sin mengua de recursos debe estar apoyada en los tres pilares básicos de la sostenibilidad: pervivencia de los recursos patrimoniales, beneficios sociales para la comunidad y rentabilidad económica. Si fallara uno cualquiera de ellos se fracasaría en el intento.

Como se ha indicado al inicio, cuando actualmente se evidencia la actividad turística como una de las principales fuentes de ingreso de las islas, apoyándose en ella se están tratando de vender "modelos sostenibles" ligados a lugares que tradicionalmente han sido destinados a la agricultura y a la ganadería. Se ofertan los recursos naturales, etnográ- ficos y culturales como un atractivo más en el diseño de modelos que se autodefinen como "coherentes y duraderos en el tiempo para generaciones futuras". Sin embargo, en las propuestas no se atiende adecuadamente a la readaptación e implicación directa del valioso e imprescindible patrimonio humano que ha estado vinculado a este medio, sin el cual no existiría. Está fallando uno de los principales apoyos, cuando no el resto.

Aún no existe la conciencia entre los gobernantes locales de plantear estudios serios y medidas globales encaminadas no sólo a la recuperación de infraestructuras residenciales, de paisaje, del medio..., sino también al reciclaje del capital humano, para no convertir las islas en simples platós cinematográficos o escenarios de novela. El factor humano necesariamente ha de integrarse e implicarse en el proyecto para consolidar estructuras que perduren, ya que la necesidad es siempre la que mantiene al sistema.

Últimamente se ha actuado en el territorio bajo pará- metros economicistas de rentabilidad fácil, sin percatarse del impacto negativo que algunas acciones producen en el mismo. En este saco de intervenciones negativas debemos incluir no sólo las que asociamos como tales en nuestro imaginario consciente o inconsciente (fracturas territoriales, vías de comunicación mal planificadas, infraestructuras desestructurantes...), sino que también ha de tenerse en cuenta el impacto social negativo que produce entre la población el cambio de rumbo que se da a los recursos de los que vive sin tenerse en cuenta su opinión.

En este sentido, estamos concienciados de que muchas veces se han empleado diseños inadecuados, cuando no desproporcionados, para resolver programas de necesidades básicos, sin tener en cuenta que simplemente con un mí- nimo esfuerzo de análisis la mayoría de los desaguisados no existirían o serían fácilmente corregibles; pero difícilmente nos percatamos de que la sociedad está cada vez más desarraigada de su hábitat y menos implicada en el desarrollo y la construcción del mismo, lo que a medio plazo acaba por generar no-lugares. Por otro lado, esta forma de actuar hace que los modelos actuales se vean obligados a recurrir al folclorismo artificial manipulado, por lo que acaban vendiendo falsa autenticidad.

Se hace ya necesaria e imprescindible una apuesta de futuro por el diseño de modelos que afecten no sólo a las nuevas instalaciones, rehabilitaciones, etc. sino a planteamientos globales de desarrollo integrado donde se incluyan los servicios y el capital humano, sin los cuales tendrían un negro futuro. Todo ello ha de estar lo suficientemente contrastado y evaluado para que encaje dialogando con un territorio y con una población que ya no dan mucho más de sí, que ya están llegando a un punto tal de saturación que cualquier incremento en la distorsión a la que se ven sometidos se evidenciaría de forma irreversiblemente negativa.





Anterior Indice Siguiente


ARQUITECTURA TRADICIONAL    REHABILITACIÓN    BIOCONSTRUCCIÓN    ÁRBOLES    JARDINES
FLORA CANARIA    PATRIMONIO NATURAL    DEL ATLÁNTICO    CONOCER NUESTRO PASADO
ARTE Y PAISAJE    LETRAS Y NATURALEZA    OPINIÓN    AGRICULTURA ECOLÓGICA Y TRADICIONAL