Rincones del Atlántico

Tenerife y algunos de sus atractivos


La villa de La Orotava está a unas pocas millas de distancia del Puerto de la Cruz, a aproximadamente 1200 pies sobre el nivel del mar. Las alfombras realizadas en las empinadas calles en la fiesta del Corpus Christi son un rasgo totalmente característico del pueblo, y la gente viene a verlas desde todos lugares de la isla; las hojas y los pétalos de flores de diferentes colores, cuidadosamente clasificados según sus tonalidades, se introducen en artísticos y detallados dibujos, haciendo verdaderos cuadros que pavimentan las calles, pero desafortunadamente sólo por unas pocas horas.

Los pintorescos patios o courtyards de las antiguas casas españolas dan una sensación de tranquilidad y reposo; en muchas de ellas crecen helechos y otras plantas amantes de la sombra. Algunas de las viejas casas tienen balcones tallados en tea, la madera del pino canario, Pinus canariensis. Los viejos lagares estuvieron siempre hechos de esta madera y todavía hay una buena cantidad de ellos en las zonas de viñedo.

Los bosques de pinos por encima del pequeño pueblo de Icod son algunos de los más accesibles y fácilmente visibles, y es tan vigorizante como encantador pasar un día en ese ambiente con olor a pino bajo la sombra de esos árboles gigantes. Con frecuencia, grupos de campesinos se encuentran allí ocupados recogiendo la pinocha que bajan en mulas y que usan para hacer la cama para sus animales en sus establos. Desafortunadamente, el hecho de cortar para obtener esta valiosa madera, antiguamente tan usada en la construcción, privó a las cumbres de muchos de los bosques, y los pinos talados en generaciones pasadas nunca serán reemplazados por suficientes árboles jóvenes del tamaño que aquellos habrían alcanzado; pero ahora el Servicio de Bosques está haciendo mucho para la reforestación de las montañas y se han construido varias casas para los guardabosques. Algunas de las islas tenían su Pino Santo o Holy Pine, consagrado a la Virgen y usado como un santuario, tallando un hueco en el tronco donde era colocada una imagen de ella y una lámpara colgada encima de las ramas, velándola todas las noches en silencio. Nada habría inducido a los campesinos a cortar incluso una rama de un Pino Santo y los leñadores solían decir: Ellos no son nuestros, pertenecen a la Virgen.

Otro hermoso árbol autóctono es la palmera canaria, Phoenix canariensis. Se parece mucho exactamente a la palmera datilera y, aunque pertenece a la región costera, florece hasta aproximadamente los 2.000 pies. Las hojas de una palmera se utilizan de muchas formas y las mujeres trenzan en sus casitas del campo yardas y yardas de la hoja partida para confeccionar abanicos con los que abanican los pequeños fuegos de carbón para encenderlos; también sombreros de una forma peculiar a ciertas partes de la isla, cuya parte alta aplanada, cuando se utiliza, constituye un lugar de descanso adecuado para los voluminosos cestos y otras cosas que las campesinas tan hábilmente llevan en sus cabezas. También se hacen esteras para los suelos y escobas para barrerlos, éstas atando las hojas juntas y sujetándolas en un palo de escoba. Durante algunas semanas antes del Domingo de Ramos las hojas de muchos de esos árboles se atan muy juntas para evitar la luz con el fin de blanquearlas, para llevarlas a las iglesias a ser bendecidas en ese día y después repartidas entre la gente, que las lleva a sus casas.

En La Quinta, donde vivo, la flora autóctona está cuidadosamente protegida, las palmeras y los dragos de la costa crecen allí junto con el enebro de montaña que, aunque lejos de su hábitat, se siente como en casa en su nuevo entorno con su compañero de las alturas, el Pinus canariensis; también se han introducido muchos árboles de diferentes climas y el eucaliptus y las acacias australianas florecen como en sus tierras de origen.

Las del género Statice propias de las Islas Canarias son plantas hermosas que crean deliciosas manchas azules en el jardín; hay diversas especies y la Statice arborea, al exhibirse ante la Real Sociedad Hortícola de Inglaterra en 1842, fue premiada con una medalla de oro. Otras plantas sorprendentes de las Islas Canarias son las del género Echium, algunas tienen grandes espigas blancas en floración, y otras unas rosadas o azules. Cerca de la costa se encuentra un número de Convolvulus scoparius o leñanoel que crece silvestre, una pequeña planta leñosa con flores blancas y con raíces que huelen a rosas que son muy codiciadas por los fabricantes de perfumes. En los escarpados acantilados, tanto que es imposible escalarlos, la Euphorbia canariensis parece un enrome candelabro con muchas ramas y la Periploca laevigata entrelaza sus progresivas grandes ramas alrededor de ellas; las vainas con semillas de esta Periploca están llenas de un vegetal que cuelga usado para almohadas y cojines, y en las grietas de las rocas crece la flor cineraria de color malva; hay varias especies que pertenecen a las Islas Canarias y gracias al cruzamiento intergenético de éstas se ha conseguido muchas de las variedades cultivadas en Reino Unido. En ese tranquilo lugar lejos de la prisa y el bullicio de este atareado mundo, el silencio se rompe solamente por el campanilleo de los cencerros, la canción de los pájaros y el sonido de las olas abajo a lo lejos.

Ahora es posible ir en coche a la cumbre del bosque de laurel de Las Mercedes, cerca de La Laguna, y aunque la carretera es muy abrupta, no presenta dificultades en tiempo seco, pero después de llover es peligrosa y casi intransitable. Sube y sube por el monteverde o bosque de hoja perenne (o siempreverde) donde abundan los laureles autóctonos y los acebos, y los uburnos floridos en la primavera, así como aquellos otros árboles de su mismo género, guelder rose o snowball. Hay muchos helechos y plantas floridas tales como nomeolvides, lavanda, violetas, ranúnculos y la dedalera canaria que, aunque perteneciente a la misma familia, es bastante diferente en apariencia a las dedaleras de los setos ingleses, de color bronce amarillento.

El claro en el bosque alrededor de la pequeña ermita del Carmen, una capilla a aproximadamente 3.000 pies de altura, es un lugar de lo más romántico y desde él el viento de montaña desemboca en todas las direcciones que conducen hasta los valles, donde las pequeñas viviendas se sitúan en el abrigo de las abruptas laderas y los aldeanos guardan su ganado vacuno y cabras para proporcionar leche a las ciudades vecinas. Es sorprendente la forma en que aquellas jóvenes campesinas llevan grandes canastos con lecheros sobre sus cabezas bajando por los abruptos y resbaladizos caminos bajo cualquier condición climática, y sin duda sus movimientos elegantes y naturales son el resultado de haberlo hecho así desde su niñez.

Desde lo alto de esa cadena montañosa uno puede ver la catedral de la ciudad de La Laguna rodeada por fértiles llanuras, con el Teide más allá, y ocasionalmente la isla de Gran Canaria por el este y La Palma surgiendo inminente en la distancia al oeste.

Quizás en el futuro alguno de ustedes puede verse tentado a visitar esa tierra rodeada del mar donde, además de la flora autóctona, florecen sin problemas otros árboles y plantas de muchas partes del mundo que hace que uno se siente inclinado a decir de ese sitio tan favorecido: “El norte se encuentra con el sur y el este con el oeste”.

No necesito decir que hay muchas otras bellezas, pero el tiempo no me permite describirlas hoy.

Este fragmento de texto corresponde a la parte final del pequeño librito: Teneriffe and some of its attraction. Londres, 1927, por Constanza Carnochan, viuda de Pérez.
Traducción del inglés por: María Eugenia León Álvarez y Francisco Javier León Álvarez.


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