Rincones del Atlántico

Santa Úrsula: “pueblo de gráciles palmeras
y de típicos lagares”

... Junto a los típicos rincones en la que la palmera se yergue cual el cetro de la realeza vegetal, y la vera del típico lagar, que se antoja rico pebetero, ánfora que embalsama el ambiente con el aroma del mosto de sus vides famosas, se levanta hoy la casa moderna ataviada de geranios y rosales. De Santa Úrsula huyo, ha tiempo, el tedio, la melancolía desgarradora de los campos sedientos. Extinguióse aquella especie de tétrico lamento de agonía expresado en el gráfico lenguaje de las plantas amarilleando por ansias del agua salvadora...

... Al amparo, como símbolos, de las palmeras y junto a los típicos lagares evocadores de la fortaleza de la raza plena de virtudes, Santa Úrsula marca los rumbos de su porvenir. Todo ello hace honor a este árbol que es cetro de la realeza vegetal y al lagar en cuyo seno sangran los racimos de sus vides para impregnar con su armonía los caminos de la isla. Palmeras y lagares son dos columnas sobres las que Santa Úrsula levanta su arco triunfal: el de su progreso.

Benjamín Afonso Padrón
El Día, 5 de mayo de 1955



Toma de prisa el camino,
vámonos a Santa Úrsula,
que quiero ver cómo viven
las palmeras en república.
Son palmeras populares
sin más tradición ni alcurnia
que no doblegarse al viento
ni tener letra menuda.
De las raíces les nace
tal rectitud de conducta
estallando en una verde
estrella de pulso y púa.
Por eso son sus escobas
unos discos que modulan
los rumores de las nanas
que dieron aire a su cuna.
Viven en familia, solas
se acuestan, solas aúpan
sus dátiles y sus pencas,
sin pedir a nadie ayuda.
Nacen y mueren de pie,
admiran y no preguntan,
y aún cuando son soledades
su pensamiento es azúcar.
Visten siempre de domingo,
no pierden su empaque nunca,
y tan femeninas son
que sólo tienen cintura.
Cada palmera es un voto
de tierra que sufre y lucha
para dar a las semillas
la libertad de la lluvia.
Jamás su tenor disfrazan
y tan fieles se dibujan
que mires de donde mires
ves siempre su misma rúbrica
de notarios que dan fe
de su genio y su figura.
El mástil de la esperanza
a cada hogar lo vinculan
arriando sorbos de sombra
al nivel de la ternura.
Y cada una es un brazo
que clama al cielo y que pugna
por arrancar de los labios
el drama de la cicuta.
Toma de prisa el camino,
vámonos a Santa Úrsula,
que esta sed de las palmeras
me duele como una fusta.
Pero antes mirad las luces
que las mantienen y encumbran:
es la voz de un manantial
que en sus copas se refugia.


Pedro García Cabrera
“Santa Úrsula”. Vuelta a la Isla. Caja de Ahorro y Monte
de Piedad de Santa Cruz de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1968.


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