Rincones del Atlántico



Los usos tradicionales de la palmera canaria

MACARENA MURCIA SUÁREZ
FUNDACIÓN PARA LA ETNOGRAFÍA Y EL DESARROLLO DE LA ARTESANÍA CANARIA (FEDAC)
CABILDO DE GRAN CANARIA
FOTOS: MACARENA MURCIA SUÁREZ - FEDAC


Hasta hace muy pocas décadas, mediados de la pasada centuria, la mayor parte de la población del archipiélago canario vivía fundamentalmente en un medio rural, basando su economía en la agricultura, la pesca y el pastoreo. Al mismo tiempo, prácticamente en casi todos estos asentamientos poblacionales se desarrollaba paralelamente una serie de actividades de producción, no agropecuarias, llevadas a cabo en buena parte por los propios campesinos, jornaleros o propietarios de pequeñas explotaciones, que proporcionaba a dicho contingente el necesario e irrenunciable autoabastecimiento de útiles, aperos agrícolas, herramientas, ajuar doméstico, etc., relacionados directamente con este mundo rural.

Este tipo de labores artesanas, que podemos catalogar como tradicionales (pues han permanecido hasta la actualidad sin apenas experimentar transformaciones sustanciales), surge en su mayoría tras la colonización de las islas. Los nuevos pobladores traen desde la Península Ibérica, así como de otras partes de Europa, sus conocimientos técnicos en cantería, carpintería, tejeduría, hilado, zapatería, sombrerería, herrería, latonería, etc. Aunque pudiera parecer lo contrario, muy pocas actividades fueron heredadas de los aborígenes, y las que lo fueron, rápidamente convergieron en un proceso de fusión con las nuevas prácticas venidas de fuera, como sucedió con la cestería (de juncos, palmas y aneas), la zurronería, la alfarería, etc., que conservaron las técnicas vernáculas pero modificaron la tipología de las piezas, ya que debían adecuarse a las necesidades de la emergente y nueva sociedad.

Con el paso de los primeros tiempos, estos oficios tradicionales fueron poco a poco experimentando cambios singulares como resultado de la constante acomodación al entorno insular y a las actividades sociales y económicas que se iban desarrollando en las islas, divergiendo de manera progresiva de sus homónimas continentales (en el uso de las materias primas, terminología, productos resultantes, etc.).



EL USO DE LA PALMERA CANARIA COMO RECURSO

La palmera canaria (Phoenix canariensis) es un endemismo vegetal que fue usado con frecuencia por los antiguos canarios. Según las Crónicas, los aborígenes emplearon la planta como fibra vegetal para la elaboración de múltiples y variados objetos, sogas, redes, velas, embarcaciones, exvotos, etc., como queda recogido por Torriani1. Sedeño2. Abreu Galindo3. etc.



Durante el Antiguo Régimen la palma continuó siendo muy utilizada para diferentes fines, como material de construcción, como fibra para elaborar esteras, sogas, cestos y cestas, etc. Este prolífico aprovechamiento siguió vigente hasta mediados del siglo XX, dando lugar a una toponimia relacionada muy abundante (Palmital de Guía, Palmar de Teror, Lomo de la Palma, Las Palmas, Vega del Río Palmas, Valle del Palmar, etc.), cuyos usos más generalizados y que han permanecido hasta la actualidad son los siguientes:

- Con el tronco o estípite de la palmera los campesinos isleños preparaban colmenas para las abejas melíferas.

- En las herrerías tradicionales ubicadas en poblaciones cercanas a palmerales, muchos herreros hacían descansar el yunque sobre un tronco de palmera seccionado y abatido para afianzarlo.

- Comúnmente, las ramas eran utilizadas para adornar las casas y los ventorrillos que se instalaban durante las fiestas patronales.

- Las hojas y ramas secas sirvieron de cama al ganado y formaban parte del estiércol que abonaba los cultivos, y se usaron también como combustible para los hogares.

- Las ramas fueron usadas a modo de escobas con las que los populares barrenderos acicalaban las calles y aceras de las ciudades.

- También se empleó el jarropón. Se trata de la fibra vegetal sobre la que descansa la base de las hojas en la parte superior del estípite, antes de que arranque la copa. Se usaba normalmente como recubrimiento interior de jardineras y helecheras con el fin de conservar la humedad del tiesto, y también se usó en el empaquetado de racimos de plátanos para la exportación.

- La hoja, especialmente sus partes más tiernas, se usó como forraje para el ganado.

- El palmito blanco entrelazado, tejido a través de una fina filigrana, ha sido empleado no sólo para la confección de múltiples objetos de cestería sino también para la elaboración del "ramo" que portan los feligreses en las procesiones del Domingo de Ramos.

- Con las hojas, los "escoberos" se especializaron en la confección de diferentes modelos y tamaños de escobas4.

- El pírgano o penca de la palmera (raquis de la hoja) ha sido empleado como mango o cabo de las escobas de palma.

- El pírgano también fue una materia prima muy requerida por los cesteros para elaborar varios modelos de cestas, especialmente las que requerían gran resistencia como las cestas "pedreras" y "yerberas", típicas del campesino tradicional canario.

- Las támaras o "támbaras" sirvieron como alimento.

- De la palmera se obtenía (y se sigue obteniendo en algunas islas como La Gomera) el guarapo o la miel de palma5. Este aprovechamiento, que se remonta a los antiguos pobladores canarios, permite extraer la savia de la palmera sin destruirla. En Gran Canaria, hasta la década de los cuarenta del siglo XX, esta miel fue empleada como edulcorante ante la escasez de azúcar.



La lexicografía canaria ha recogido en expresiones y frases populares el valor y el significado que la palmera tuvo en la vida cotidiana de la sociedad rural. Hay expresiones y frases que lo atestiguan:

- Varias son las expresiones utilizadas para denominar la zurra a un niño: di una entrada de pirganazo como pa él sólo o Jarabe de pírgano.

- A una persona alta y delgada se le denomina pírgano, pirganudo o pirganúo.

- Cuando se hace referencia a una persona muy delgada se le dice es más menudo que un pírgano.

- Una frase muy utilizada es la de: más alta subió la palma y el (al) suelo bajó a barrer, que alude a la conveniencia de conducirse con humildad en la vida, no vaya a ser que la fortuna cambie de signo.

- Cuando alguien se va o se marcha de un lugar se dice que: arrancó la penca.

- Otra expresión es la penca que está para uno, no hay vaca que se la coma, refrán que revela lo inexorable del destino.

- Los versos populares también han visto la palmera como medio de inspiración: Del corazón de la palma / dicen que sale el palmito / y a mí me sale del alma / el quererte a ti solito; Sé firme como la palma, / como el palmito de adentro / porque la palma de afuera / se la bambolea el viento.



LAS ESTERERAS, LAS ARTESANAS DE LA HOJA DE PALMA

Una de las actividades artesanas, común en todas las islas del archipiélago, que ha llegado hasta nuestros días con muy pocos cambios sustanciales es la de las estereras. Era labor exclusiva de las mujeres, quienes empleando como única materia prima la hoja de la palmera han producido un sinfín de objetos diversos imprescindibles para el desarrollo de la vida cotidiana. La artesanía de la palma fue siempre una tarea complementaria de otras principales aunque ejercida de forma regular. En unos casos este oficio, cuyos conocimientos pasaban de madres a hijas, era compartido con los trabajos agrícolas o ganaderos, y siempre con las labores domésticas.

Preparación de la materia prima: Las estereras distinguen por un lado la "palma blanca" o "palmito" y por otro la "palma negra" o "palma verde". La palma blanca es la hoja que se localiza en el interior del cogollo o centro de la copa de la palmera, y se caracteriza por ser una hoja de color verde claro, casi blanco. Para no afectar al desarrollo vegetativo de la planta, las artesanas solamente podan uno o dos ramos de palma blanca. La palma negra, de la que se pueden cortar de dos a cuatro ruedas, es la que rodea por fuera la copa de la palmera, y tiene una tonalidad verde oscura, denominándose su poda "limpiar la palmera".

Podadas las palmeras y antes de su traslado, deben ponerse a secar al sol para posteriormente despirganarlas, separando las hojas del raquis de la hoja. A las hojas se les debe quitar los extremos o estillas, que por su dureza y rigidez podrían dificultar su manipulación durante el trenzado, y también se les cortan los tronquitos, parte dura de la base de la palma por donde estaba unida al pírgano. A continuación la artesana realiza con sus manos una serie de cortes longitudinales en la hoja sacando tiras de ancho parecido que constituyen el tejido base previo al proceso de producción.

Los medios y el proceso de producción: Las estereras requieren pocas herramientas para ejecutar su trabajo. Usan diferentes modelos de agujas, tanto de metal como de madera (de tea o leñabuena), que son empleadas para coser las empleitas6 y que tradicionalmente eran elaboradas por herreros y carpinteros siguiendo precisas indicaciones de las propias artesanas. Para planchar y dar forma a las empleitas se usaba un callao (canto con una superficie totalmente pulida y de forma redondeada). Tijeras, hachas y picaderos completan el repertorio de herramientas básico de las estereras.

Para la confección de la empleita se preparaban las hojas de palma en finas tiras separadas en manojos de palma blanca y de palma negra, pues lo común es alternar el trenzado de unas con otras en números de 5, 7, 9, 11 y 13 palmas que se irán entretejiendo según la forma deseada. Como hilo de costura se emplea en la actualidad rafia o cordeles industriales, pero hasta hace muy pocas décadas las estereras empleaban la propia palma como medio de costura. Concretamente utilizaban las estillas, la pulla7 e incluso el espucho8.



La producción: Las estereras llevaron a cabo una producción muy amplia y variada cuya comercialización la realizaban directamente en el taller, de forma ambulante o a través de intermediarios comerciales. Entre los objetos más representativos de las estereras destacamos los siguientes:

- Empleitas: se usaron por sí mismas para varios fines, como amarrar el queso, como sobrecarga, para elaborar los frontiles, etc.

- Esteras: la estera consiste en un gran lienzo formado por la unión de varias empleitas que puede tener dimensiones variadas. Entre los diferentes modelos de esteras, tenemos:

* Esteras como alfombras. En muchas ocasiones constituía el "piso" de las viviendas que carecían de enlosados o suelos. Sobre la estera se desarrollaba la vida cotidiana del hogar, se dormía, se comía, etc.


Estas esteras podían rematarse con una tira llamada piquillo, que podía ser de palma blanca o blanca y negra.

* Esteras de embalar pescado. Antiguamente se realizaban esteras para el embalado del pescado salado, encargadas por las factorías. En este caso eran rectangulares y rematadas por algunos lados con lengüetas movibles que servían como cierre, una vez colocado el pescado en el interior.

- Tomizas: cordeles provenientes del torcido de dos tiras de palma que tradicionalmente se usaron para múltiples aplicaciones: amarrar la pinocha para su acarreo desde los centros de extracción (pinares) hasta los "recibos" o puntos de entrega; el atado de las cabras con tomizas especiales "mojadas" con orín de vaca para evitar que el rumiante terminara comiéndosela; etc.

- Serones: cestos trapezoidales dedicados al acarreo y transporte de mercancías. Hacían varios tipos según el destino que se le daba:

* Serones para las bestias. Se colocaban a ambos lados del lomo de las bestias, desprovisto de "tapa" y destinado para el transporte de diferentes productos, piñas de millo, papas, estiércol, etc. Su confección se llevaba a cabo con empleitas negras de a 7. Los carboneros también llegaron a utilizar estos serones para transportar carbón desde las zonas de captación hasta los lugares de venta.

* Serones para el grano. Destinados básicamente para almacenar cereales (trigo, millo y cebada). Eran recipientes de base redonda y cuerpo ovalado, sin cierre, que se elaboraban con empleitas de palma verde de 7 y de 9. Se confeccionaban con palma sencilla y almacenaban de una a seis fanegas.

* Serones de pescar. Recipientes de base ovalada y paredes rectas que portaban en uno de sus lados otro pequeño bolso con tapa. En este bolso adosado se colocaban los utensilios necesarios para la pesca y en el vano mayor se disponía el resto de los atarecos de la siguiente manera: en la parte inferior se distribuía la comida del pescador, encima un balde en el que se llevaba el cebo o carná, y sobre él, bien colocada, se ponía una manta "por si les cogía la noche".

- Bolsos: diferentes modelos de bolsos adaptados a cada época, e incluso "a medida" del cliente.

- Sombreros: multitud de variedades de sombreros especialmente destinados a la protección solar del campesino.

- Ceretos de gallos. Consistía en un bolso o cesta para trasladar los gallos de pelea. En estas cestas destaca la existencia de una abertura situada en cada uno de los extremos de la parte superior, con el objeto de que el ave pudiera sacar por una la cola y por la otra la cabeza. Estos huecos están forrados con franela roja a modo de protección para evitar que el preciado animal se lesione.

- Otros muchos objetos forman parte del repertorio productivo del oficio: costureros, juguetes, abanaderas, etc.

LA DESAPARICIÓN DE LOS OFICIOS Y LOS SABERES ASOCIADOS

La sociedad contemporánea está viviendo la progresiva desaparición de los oficios y usos tradicionales que caracterizaron la existencia socioeconómica de épocas pasadas como consecuencia de su perdida de funcionalidad9.

Este hecho conduce irremediablemente hacia la total desaparición de toda la tecnología y cultura material e inmaterial asociada a los oficios (procesos de producción, herramientas, productos, terminología, etc.). Esta situación, desde el punto de vista antropológico, histórico y científico, se agrava si tenemos en cuenta la escasez de documentación sobre cualquier faceta relacionada con dichas actividades, pudiendo provocar que en un futuro inmediato sea prácticamente imposible comprender el papel que jugó la artesanía en la sociedad tradicional, así como el significado de los distintos objetos y piezas que ya hoy forman parte de los museos etnográficos.

Los oficios tradicionales son actividades resultantes de una sociedad y de una economía determinadas, pues su producción estaba dirigida a cubrir unas necesidades muy precisas que demandaban sectores concretos de la población. La desaparición progresiva de algunos de estos sectores o su transformación ha determinado que la demanda decaiga y por consiguiente que entren en decadencia, hasta su desaparición, las actividades tradicionales productoras.

Los oficios tradicionales forman parte del patrimonio etnográfico y de nuestro acervo cultural acumulado a lo largo de siglos de tradiciones y herencias de generación tras generación. La cultura material de un pueblo, los bienes materiales e inmateriales, no solamente son vestigios de anteriores modos de vida que deben ser conservados como patrimonio etnológico para que permanezcan en la memoria colectiva, sino que además son los elementos que permiten construir la identidad de dicha sociedad. Estamos viviendo actualmente el umbral que nos separa definitivamente de aquellos tiempos. Quedan los relictos a punto de extinguirse y con ellos los conocimientos asociados, y por ello debemos poner los medios, por una parte, para evitar que estos oficios queden en el olvido, y por otra para revitalizarlos hasta más allá del límite de la viabilidad.

BIBLIOGRAFÍA

-ABREU GALINDO, J. Historia de la conquista de las siete islas de Canarias. Introducción y notas de Alejandro Cioranuescu. Santa Cruz de Tenerife: Goya, 1977.
-SEDEÑO, A. "Brebe resumen y historia muy verdadera de la conquista de Canaria scripta por Antonio Cedeño natural de Toledo, vno de los conquistadores que vinieron con el General Juan Rexon". En: MORALES PADRÓN, Francisco (ed.). Canarias: crónicas de su conquista. Las Palmas de Gran Canaria: Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria; El Museo Canario, 1978, pp. 342-381.
-TORRIANI, L. Descripción e historia del reino de las islas Canarias, antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones. Traducción, introducción y notas de A. Cioreanescu. Santa Cruz de Tenerife: Goya, 1978.

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